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Vivimos tiempos de desamor y sin embargo proclamamos que el conocimiento racional del mundo, el uso de la inteligencia, el ejercicio del poder, la ostentación de la vanagloria, la acumulación de capital, el dictado del interés, nada valen frente a los sentimientos, frente al oro ... de la sensibilidad.. Presumimos (pero ignoramos) que cuando no hay amor, el ser ya no es ser y nada de él es memorable. Las personas extravían el norte de su vida afectiva, Cajal dijo que no hay cuestiones importantes agotadas, sino personas agotadas en las cuestiones, y el amor es cuestión importante.
Tal vez no existen cerebros clarividentes cuando la ilusión es un árbol seco y silente sin ramas y sin hojas, Recelamos sobre la posibilidad de que un cierto afecto sea una salida al amor. Nada mediocre para sí mismo y para quien uno ama puede considerable honorable y debe desaparecer, silenciarse, hacerse humo, vivir sin compasión ni autocompasión.
Aceptemos nuestra condición y no añadamos más, pues si nuestro espíritu está vivo podrá con el desamor, y si no lo está, quizás no merezcamos vivir.
El ciclo se repite sin cesar: Inquietud, emoción, ilusión, impaciencia, posesión, tedio, y finalmente decepción. Y al final del ciclo del amor surge de nuevo otra ilusión, porque la otra alternativa mejor es olvidarla.
En tiempos del desamor la vida puede desaparecer en un leve chisporroteo con todos sus delirios de grandeza si de ella desaparece la ilusión que genera el amor.
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