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Nieto por vía materna de un exiliado republicano, y en consecuencia mexicano de segunda generación, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, ganó de largo las ... elecciones federales de 2018 al frente de una coalición pomposamente denominada Juntos Haremos Historia, sucesora del Movimiento Progresista y Por el Bien de Todos, con las que ya acarició el triunfo en 2006 y 2012, y asumió la Presidencia el 1 de diciembre en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Superfeliz y risueño, entonces se marcó un discurso muy crítico con el modelo neoliberal para darse a continuación un baño de masas en la inmensa plaza del Zócalo, donde 68 comunidades indígenas le entregaron el bastón de mando, ceremonia cargada de simbolismo y sin precedente en la historia de la república mexicana.
Sumamente aficionado a proclamas altisonantes y predicaciones buenistas, López Obrador anunció allí el advenimiento de la biblia en verso, la entronización del reino de jauja, el final de la corrupción, el acabose de los marginamientos y la conclusión de la guerra contra el narcotráfico, ese fracaso sangriento de Felipe Calderón con la crueldad acentuada durante el sexenio errático de Peña Nieto. Sin precauciones ni miramientos, AMLO decretó el cese de la política de las balas en favor de la política de los besos, encarnando el papel de un profeta de la felicidad de noches sin miedos y amaneceres tranquilos. La multitud aplaudió a rabiar y, acabado el discurso, se retiró del estrado, «miró al soslayo, fuese y no hubo nada», que diría Cervantes.
Mejor dicho, siguió habiendo mucho. Pero mucho de lo de siempre. Porque ahora mismo yo me encuentro en Guadalajara, un año más invitado a su gran Feria Internacional del Libro, acontecimiento de trascendencia mundial, y la verdad sin aleluyas es que la situación no ha cambiado. O sea, que siguen las balaceras, que continúan las batallas campales y los ajustes de cuentas, que no ceden las extorsiones ni los secuestros.
México padeció 36.000 asesinatos en 2018, esto es, 3.000 al mes, 750 a la semana, cerca de 20 al día. Y todo apunta a que el balance de este año, el primero del sexenio de la política besuqueo, aun será más infame, ya que un día cualquiera, por ejemplo el domingo pasado, se contaron «al menos 35 ejecutados». Así las cosas, mientras la Feria Internacional del Libro de Guadalajara arrolla año tras año el récord de unas estadísticas inalcanzables en cualquier otro lugar del ancho mundo, a la vista resplandece el fracaso de la estrategia del Gobierno contra el crimen. Un fracaso que no se enmascara ni se atenúa con alegatos contra Hernán Cortés y los atropellos de la conquista.
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