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Ya pasó en 2016, Iglesias prefirió entonces que gobernara Rajoy antes que Sánchez. Estaba el Gran Timonel acariciando su obsesión de ser presidente del Gobierno, ensoñaba con ir a elecciones en las que desplazara al PSOE, y prefirió que Sánchez no llegara a la Moncloa ... porque sabía que eso dificultaba su deseo innegociable de ser él presidente. Pablo y sus mariachis mediáticos y demoscópicos le jaleaban dando por hecho, con la suficiencia propia del personaje, que Iglesias sería el próximo presidente del Gobierno. No fue así.
Iglesias, con tono perdonavidas, se pedía desde Economía a Interior, de los espías a la tele, de Hacienda a la vicepresidencia…, y le daba un cachete paternalista en la mejilla a Sánchez; obligado, pensaba Iglesias entre risas, a darle las gracias por ser presidente por un día. Aquella foto del reparto de todos los ministerios fue un acabado retrato del narcisismo intacto de Iglesias.
Eran tiempos en los que el líder supremo pensaba que el ministro de Justicia tenía que ser alguien preparado, un juez, por ejemplo, y no un militante de Podemos, por aquello de incorporar a la sociedad civil, argumentaba solemnne.
Ahora Iglesias ha perdido la mitad de los votos de entonces, le abandonan ordenadamente un millón de votantes cada vez que los españoles van a las urnas; ve cómo han desaparecido las 'mareas', las confluencias catalanas, la organización vasca, tan votada, comprueba cómo desaparece en el macizo central, y sufre al ver cómo en Andalucía los kichis van a su bola y no quieren saber nada de la decadencia de Iglesias. Por todo eso, más su ego, Iglesias quiere ser vicepresidente del Gobierno a toda costa. Porque él lo vale. Si no gobierno desaparezco, piensa. Es el cuarto partido en orden de votos, detrás de su despreciado Cs, pero cree que la historia exige que él sea vicepresidente. Del 'Patria o muerte, venceremos', hemos pasado a 'Pablo o muerte, perderemos'.
A Iglesias le importó un rábano que gobernara la derecha en el Ayuntamiento de Madrid, cuando en vísperas electorales pidió que no se votara a Carmena. No ha hecho lo que yo le pedía, que se fastidie, sentenció el viernes, antes de votar el domingo. Su ego, como medida universal política.
El doble tirabuzón de La Rioja ha sido chipiritifláutico. Con un solo escaño, Podemos pedía ¡tres consejerías! (hay ocho) y se ha cargado al posible Gobierno socialista. Como Iglesias, la de Podemos en La Rioja prefiere gobierno del PP –¡24 años de monopolio en la región!– antes que del PSOE. Así vota 'no' con PP y C's. Lo que ve en casa.
Iglesias quería una operación relámpago, que le hiciera presidente de España en los primeros minutos del partido. No lo ha conseguido, pero vive en la ansiedad de que a la siguiente, seguro que gana.
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