La Vicepresidencia de la Junta de Castilla y León tiene una alta carga de maldición para quien la ocupa en lo que a sus aspiraciones políticas se refiere. Desde los tiempos socialistas. Sí, sí, desde los tiempos socialistas, que algunos parecen empeñados en borrar ... de la historia autonómica los dos gobiernos presididos por el PSOE, primero con el zamorano Demetrio Madrid y después con el vallisoletano José Constantino Nalda, ocho meses interino hasta que llegó el burgalés Juan José Laborda, que, derrotado por José María Aznar, salió corriendo para hacer carrera en Madrid. Pues desde los tiempos demetristas, la Vicepresidencia de la Junta parece un cargo maldito: todos los que la han ocupado, menos Juan José Lucas (excepción que confirma la regla) nunca han sido después presidentes ejecutivos.
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Pasó con el leonés Jaime González, que al sacrificar el PSOE a Demetrio Madrid tras su procesamiento por el caso Pekus (del que fue absuelto) quedó apeado del Gobierno regional. Eso sí, tuvo la gallardía en 1999 de ser cartel socialista a la Junta cuando nadie quería sustituir a Jesús Quijano porque lo de ganar era utopía. Aquella lección de González nunca ha sido superada por sus sucesores en el cartel socialista.
En el PP, sin contar a Lucas que fue vicepresidente de Aznar y luego 10 años presidente de la Junta, las vicepresidencias han sido igual de malditas. Pasó con el burgalés Juan Carlos Aparicio, que también tuvo que irse a hacer carrera a Madrid (le defenestró Aznar de ministro cuando los sindicatos le hicieron una huelga general); sucedió con el leonés Miguel Pérez Villar (AP) y el centrista (CDS) José Luis Sagredo, vicepresidentes de Jesús Posada; se repitió la historia con el segoviano Jesús Merino, que puso rumbo a Madrid cuando comprobó que en Génova no le querían de relevo de Lucas; tres cuartos de lo mismo pasó con el abulense José Manuel Fernández Santiago, la soriana María Jesús Ruiz, la zamorana Rosa Valdeón y los vallisoletanos Tomás Villanueva y José Antonio de Santiago-Juárez: ninguno relevó como presidente a Juan Vicente Herrera, quien les nombro 'vice'. Eso sí, están los quince días de 'presidente en funciones' de José Manuel Fernández Santiago al que le tocó guardar el sillón a Herrera.
Si en Castilla y León te nombran vicepresidente de la Junta, nunca la presidirás (salvo si te apellidas Lucas). De esta maldición se libró el actual presidente, el popular Alfonso Fernández Mañueco, a quien Herrera estuvo a punto de nombrar vicepresidente único (ya era consejero de Presidencia y secretario regional del PP) en la primavera de 2004, pero en un viaje de vuelta de León cambió de idea. Después, en octubre de ese año, designó vicepresidentes a la soriana Ruiz y al vallisoletano Villanueva.
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Ser número dos de un gobierno otorga un plus político relevante. Esto es una verdad de Perogrullo. Si, a eso se añade ser titular de una consejería y voz del Gobierno, la relevancia crece exponencialmente. Y si ya sucede como en el actual del Gobierno de coalición de Castilla yLeón PP-Ciudadanos, en el que Francisco Igea, además de vicepresidente, portavoz y consejero de Transparencia, Ordenación del Territorio y Acción Exterior, es de hecho consejero de todo lo de Ciudadanos en la Junta (Sanidad y Empleo) excepto Cultura, porque no llega, la repercusión es máxima. Y, claro, cuando se quiere estar todo el día debajo de los focos, el riesgo de quedar deslumbrado discurre parejo al tiempo que se dedica a ello. Igea terminó 2020 tratando de hacerse poco menos que imprescindible en los hogares castellanos y leoneses y no le produjo ni sonrojo recomendar a los administrados que sean mejores que sus gobernantes. Hay que admitir que no pidió un esfuerzo extra; es fácil para los gobernados, dado el bajísimo nivel de muchos de sus políticos, ser mejor que quienes les gobiernan.
Ha empezado Igea el año queriendo ser Superagente2021. Calificó ante un policía como despropósito la Cabalgata de Valladolid. (Para despropósito, por citar uno, el suyo al cerrar los consultorios médicos rurales). Y, claro, la advertencia de que seguirá en política, aunque no sea en Ciudadanos, además de sonar a amenaza le ha catapultado al estrellato al intervenir la mismísima Inés Arrimadas y recordarle lo de salvar su sillita (sic).
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En poco más de dos años, habrá llamada múltiple a las urnas (municipales, autonómicas, generales y europeas). Al ver la hiperactividad de Igea, es imposible no pensar en que se le empieza a poner cara de Aznar, pero no de José María, sino de Luis Aznar, leonés del CDS que al ver en 1992 que este partido naufragaría empezó a llamar a la puerta del PP y con los populares hizo un carrerón: fue 'virrey' (delegado de la Junta) en León 8 años, director general otros 4 y senador 8 más.
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