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Aunque ninguna Administración se ha ocupado seriamente de salvaguardar el rico patrimonio ferroviario en torno al abandonado depósito de locomotoras, las poquísimas iniciativas que conozco rayan la idiotez. Una de las más extravagantes proponía convertir aquel espacio en una gigantesca biblioteca pública sobre el ferrocarril, ... ahora que casi nadie lee libros físicos y los pocos historiadores que frecuento resuelven sus dudas en archivos históricos o directamente en Internet. Es difícil imaginar un espacio donde en su día evolucionaban decenas de máquinas de vapor a la vez y en el que trabajaban cientos de personas, convertido en una gigantesca sala de lectura repleta de libros hasta el techo y con lista de espera de investigadores esperando pupitre donde tomar notas imprescindibles para su tesis doctoral. Pero lo cierto es que a día de hoy no tengo noticia de ninguna alternativa para rescatar esa edificación de mediados del siglo XIX, cuya degradación puede ser irreversible.
Menos mal que los estudiosos de la Escuela Superior de Arquitectura han dado la voz de alarma sobre los peligros que amenazan una construcción que debería formar parte del patrimonio industrial de Valladolid. Ahora solo falta que las autoridades escuchen el aviso y conserven lo que un día fue motivo de orgullo y hoy de vergüenza. Dejar el Depósito a su suerte sería una torpeza mayúscula, porque la historia del lugar exige algo grande: lo parches son idioteces.
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