El desarrollo judicial del caso protagonizado por el rey emérito no ha hecho más que empezar, por lo que resultará inevitable que la monarquía esté largo tiempo en boca de todos, eje de una polémica cargada de segundas y hasta de terceras intenciones. Juan José ... López Burniol es un notario catalán que escribe y que, en los momentos más oscuros, publica artículos iluminadores que, en su habitual brevedad, ayudan a disipar los nubarrones. Y el último de ellos '¡Viva el Rey!' pertenece a ese género pedagógico magistral que permite cerrar definitivamente un debate o comprender íntegramente un enigma.
Publicidad
El artículo en cuestión mantiene una tesis fundamental que aclara lo ocurrido y la situación actual. Tras la muerte de Franco, cuando según la legalidad vigente el viejo régimen había de aplicar las «previsiones sucesorias» plasmadas en unas leyes fundamentales que erigían una extraña monarquía autoritaria que ningún país democrático hubiera homologado, Juan Carlos inspiró, y las grandes formaciones políticas admitieron, la ruptura con el pasado y la elaboración de una idea integradora de España, descentralizada y democrática, que estabilizara el país y abriera un horizonte de normalidad. Así surgió la Constitución de 1978, interiorizada por una gran mayoría de españoles y por la práctica totalidad de los actores políticos y sociales de la época. El Rey, lanzado ciertamente por Franco, se puso a la cabeza de un proceso de construcción democrática que –como recuerda López Burniol– ya se había ensayado, bien que en otras dimensiones, una vez en la historia: tras el caótico sexenio revolucionario, ulterior a la revolución de 1868, la Restauración borbónica promovida por Cánovas abrió una etapa de paz y prosperidad que permitió al país sobrevivir al 98 y progresar sensiblemente, pese a los errores sectarios cometidos por los partidos dinásticos, hasta que Alfonso XIII cometió la irreparable torpeza de promover una dictadura militar, que dio al traste con el régimen y con el rey.
El papel estabilizador de la Corona en la primera restauración actuó también, en cierto modo, en la segunda de 1978, en la que, en palabras de Felipe González, don Juan Carlos fue «más que el motor del cambio, el referente tranquilizador para que el cambio fuera posible». Y ese cambio del que estamos hablando, que produjo el llamado –a veces despectivamente en los últimos tiempos– «el régimen del 78», es el que debe sobrevivir e incluso potenciarse con independencia del proceder personal del rey abdicado.
En definitiva, la Constitución española –y esa idea es genuinamente de López-Burniol– encarna una idea de España y la monarquía es solo una herramienta al servicio de esa idea definida por la Carta Magna. Por eso, tenemos la obligación de disociar la Corona, la institución monárquica, del comportamiento privado de uno de sus eslabones, que por añadidura es autor en buena medida del modélico sistema actual.
Publicidad
Sospecha López-Burniol –y es difícil no hacerlo– que tras la airada y ruidosa campaña contra don Juan Carlos, tan equivocado en su conducta impropia, y contra la propia monarquía hay un interés claro: el de derrumbar, junto a la institución monárquica, todo el entramado del 78. Ciertos populismos y sobre todo las formas exaltadas del independentismo catalán y vasco saben perfectamente que la caída de la monarquía dejaría desarbolado y frágil el sistema.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.