Humo y clase media

Así es y, sin embargo, siempre parece que hay alguien dispuesto a echar más leña al fuego. En España, por ejemplo, ahora parece que medio gobierno se prepara para manifestarse contra la otra mitad con motivo de la cumbre de la OTAN. ¡Bases fuera! Mientras la Unión Europea le lee su pliego de condiciones a Ucrania, para que cumpla los estándares democráticos que no cumplía antes de la guerra, el presidente Sánchez manda comprar veinte cazas más, a la espera de acontecimientos. Maneras diferentes de hacer Europa, frente a la huida hacia delante del vecino neo soviético. No basta la sangre derramada para instalarse en este lado del nuevo telón de acero.

Y en esas estábamos cuando llegó la ministra de Hacienda, con esa gracia suya tan singular, y terminó por dar en el clavo. Hay que ayudar lo que se pueda, dijo, a los desfavorecidos, pero sobre todo hay que salvar del fuego a la clase media. Sin clase media no hay democracia. Ni hay España ni Europa que valgan. Cuando se empuja a la clase media hacia el lado de los desfavorecidos, el estado del bienestar se convierte en estado del malestar, y las dictaduras y los autoritarismos, que son siempre consecuencia inevitable de la rebelión de las masas, tienen el terreno abonado. Ahí donde se parte en dos la clase media es donde también termina de partirse en dos un Gobierno que, como los camaleones, tiene un ojo mirando para cada lado. Y al que ya no quedan tinturas con las que camuflarse.

Ya que no se ha arrojado voluntariamente a la hoguera Pedro Sánchez, ahora no tiene otro remedio que esperar a que lo terminen echando entre unos y otros. Desde Andalucía, los cánticos triunfales de Bonilla y Feijóo, el nuevo Dúo Dinámico del PP, se dejan oír ya por los jardines de La Moncloa. Más aún después de que la fiscalía terminara por archivar el caso de Tomás Díaz Ayuso. Nada hubo, dicen los jueces, sino la increíble torpeza de Teodoro García Egea. Y el golpe a Casado tuvo justificación. Frente a la pujanza del Dúo, ya ni siquiera al presidente le cabe la opción de agregarse, como solista, al coro de las Spice Girls: Yolanda Díaz resta ya en su Suma las voces afónicas de Mónica Oltra y Ada Colau; el de Mónica García da la impresión de que cada día es Menos país, y a Fátima Hamel Houssain, el toque exótico del conjunto, se diría que le quedan pocas ganas de cantar. ¿Será necesario un nuevo viaje al Vaticano?

No tiene dónde arrimarse el presidente, pero hay cosas peores después de los resultados de Andalucía. Tras el batacazo, ahora dice Inés Arrimadas, como Zelenski, que toda su esperanza queda en Europa. En su caso, en ese grupo de los liberales, que son todavía la cuarta fuerza política de la Unión, a pesar de los vaivenes de una ciudadanía cada vez más vapuleada por los acontecimientos. Y eso en Europa, porque advierte la OMS que en el mundo ya hay definitivamente 322 millones de personas deprimidas. Pocas parecen. Seguro que no cuentan con estadísticas fiables de los rusos. Ni de los chinos, que viven desde abril en plena contracción. Hacen falta más hogueras. ¡Qué días tan largos!