Ilustración: Jesús Ferrero

Humanismo y progreso: la importancia de las lenguas clásicas

«No existen lenguas más vivas que las consideradas como muertas, en cuanto que matriz de palabras o de pensamientos que aún seguimos utilizando»

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 12 de junio 2021, 08:30

Preocupan mucho en el ámbito de los estudios clásicos y la docencia de latín y griego los efectos que pueda tener la nueva Ley de Educación, ya que parece inevitable que su aplicación provoque un creciente desinterés o desconocimiento respecto a aquéllos. Si finalmente ... ocurriera así, no es solo la pérdida de la enseñanza y aprendizaje de unos idiomas del pasado lo que habría que lamentar: es mucho más. Porque no se trata únicamente de que –como ya han señalado más de una vez destacados autores– la tradición occidental deje, en buena medida, de ser inteligible sin la familiarización con esas lenguas que hablaron griegos y romanos. Ciertamente, será difícil comprender el significado profundo de un legado como el europeo si, por ejemplo, no se ha leído la 'Odisea'; pero hay algo más grave: no habrá posibilidad de seguir la pista a las sucesivas formas de revisitar el mundo antiguo que se produjeron a lo largo del tiempo y, por tanto, de entender nuestra propia historia.

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Cuando, además, esas reiteradas invocaciones a la cultura clásica y el buceo constante en sus logros no constituyen un ejercicio de nostalgia, sino un eficaz modo de revitalizar instituciones o propósitos. Y toda una declaración de intenciones acerca del futuro, mediante lo que sería un perfeccionamiento progresivo del proyecto humano; o, en suma, una renovación de la confianza en las capacidades de la humanidad para avanzar. Sin asumir esto, no se entienden corrientes tan vivificantes e inspiradoras en el arte y la ciencia como lo fue el Renacimiento. Ni el continuo ensayo de modelos de indagación conceptual y organización política que tienen su base en la cultura grecorromana. No habrían sido –o serían de otra manera– la democracia, la política, la filosofía, el derecho, la poesía, la prosa, el mito y el logos, la narrativa o la lógica, el teatro, la medicina, las matemáticas, la arquitectura...

El conocimiento y estudio de las lenguas llamadas clásicas, así como la consolidación o desarrollo de la filología, hay que entenderlos como una manera de llegar a esas civilizaciones fundacionales. Así que el manejo del latín y el griego se convertiría, en este sentido, más en una valiosa herramienta para acceder a tales saberes que como un fin en sí mismo. Y, de ahí, que filología y humanismo quedaran, a partir de la eclosión del prodigio renacentista, estrechamente ligados.

Esa herencia ha sido muy importante, especialmente dentro de la tradición académica anglosajona, al punto de que, en las más destacadas universidades de Alemania y Reino Unido, pero también en las norteamericanas de cierto abolengo, dedicarse a dichas materias tuvo durante siglos un incuestionable prestigio. Es el caso –por chocante que pueda parecer– de una universidad rompedora y vanguardista como la de Berkeley, donde su origen y propio despegue estuvieron relacionados con el cultivo de las Humanidades. De lo que persiste también un elocuente vestigio físico en la inspiración clasicista de algunos de los edificios emblemáticos de su campus.

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Sin embargo, en un país como España no se es a menudo consciente de la suerte que supone hablar una lengua la cual consiste en un dialecto del latín vulgar; o ser los recipiendarios de una línea de concepción del mundo que, a través de ella, nos acerca, sin intermediarios, a un remoto poso de cogniciones imbricadas en nuestra vida cotidiana. Lo que sí acertaron a vislumbrar los humanistas españoles, de guisa que fueron de los primeros europeos en interesarse por las costumbres y sabiduría 'vulgares' –del pueblo–, ya que estimaban que les conectarían directamente con la Antigüedad.

Por el mismo motivo, y en el marco de un fenómeno precedente de lo que sería con los años el turismo, desde el siglo XVII las élites de Europa cumplieron con el itinerario ritual de una obligada visita a Italia que, más adelante, incluiría a Grecia. Eran sabedores de que no existen lenguas más vivas que las consideradas como muertas, en cuanto que matriz de palabras o de pensamientos que aún seguimos utilizando. Y como boceto de un sueño de progreso para la humanidad que todavía está bastante lejos de realizarse.

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