Gracias a mis colegas de la Redacción me enteré ayer mismo de que algunas órdenes religiosas nos han abandonado para asentarse en otros lugares, y de no haber sido por ellos me habría pasado inadvertida esta sangría eclesiástica. Saber que los capuchinos, las esclavas y ... otras confesiones han salido de Pucela no me parece un tema preocupante porque lo que ofrecen sus miembros sigue estando asegurado aunque ellos no estén presentes: al fin y al cabo, Dios está en todas partes y el que busca consuelo espiritual puede encontrarlo sin abandonar la ciudad. No obstante, me pregunto qué razones mueven a una comunidad de estas características a recoger los bártulos y marcharse a otro sitio, dado que ni cotizan en bolsa, ni negocian convenios ni sus plantillas están infladas. En fin: son huidas tan misteriosas como algunos de los dogmas que predican. Lo que distingue a estos 'cierres' conventuales de los que provoca el mundo empresarial es que unos pasan desapercibidos y otros llenan las calles de protestas, como sucedió cuando Lauki, La Casera o Enertec se largaron de aquí.
Publicidad
En estos últimos casos los afectados se manifestaron durante semanas o meses, mientras que los de la sotana siguen teniendo trabajo aunque cambien de población. En todo caso, me cuesta imaginar a curas y monjas voceando consignas con un megáfono y acampados en Fuente Dorada mientras cantan al unísono aquello de «no nos moverán...».
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.