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Una joven interactúa con un dispositivo de realidad virtual. Efe
Hola mi amor, yo soy tu 'gamer'

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El espigón de recoletos ·

«Porque en la aldea post-McLuhan cada uno se monta su fiesta discursiva como le viene en gana, ya sea como 'power point' o estudio imprescindible, juguetes sexuales e interactivos inclusive, perdone que le diga»

David Felipe Arranz

Valladolid

Sábado, 18 de mayo 2019, 09:01

Mi querido Basilio Baltasar, escritor y director de la Fundación Santillana Cultura, es un esgrimidor del lenguaje, como lo eran D'Artagnan o Scaramouche con la provocación de la espada. Y ha montado en el Centro Botín de Santander un congreso sobre videojuegos y –como él dice– «el gozo de sus recompensas visuales» con grandes expertos, cuyos concienzudos estudios se han puesto sobre la mesa cantábrica, entre los canapés y maestros de la vida-cultura como Concha Barrigós, Sergio Vila-Sanjuán, Miquel Molina, Antón Castro, Guillermo Busutil y demás. Basilio llevó bajo el brazo un dosier con datos estadísticos del Ministerio de Sanidad que asegura que más de un millón de jóvenes españoles, en el laberinto de su adolescencia, padecen «tecnoadicción»; y pinchó, así, el tabú de los seguidores del fenómeno. Les pisó el callo en los días de lluvia, que sientan tan mal, como el profesor Enrique Javier Díez Gutiérrez, que aseguró que los videojuegos entrenaban al sujeto neoliberal. ¡Anatema, cari!

Naturalmente, prendieron la mecha de la querella de los antiguos y los modernos, pero sin Corneille, o, como recordó Antonio José Planells, de los apocalípticos y los integrados. Y hubo, claro está, humillados y ofendidos para los que el debate del sexo y la violencia en los videojuegos está superadísimo. Oh, 'le classicisme', ese saber eviterno: don Quijote es causa perdida sin sus niveles de dificultad, sin su multidimensión 3-D. Porque en la aldea post-McLuhan cada uno se monta su fiesta discursiva como le viene en gana, ya sea como 'power point' o estudio imprescindible, juguetes sexuales e interactivos inclusive, perdone que le diga. Y nos dijo Marta Giralt que a la chavalería ya no se le levanta porque está dándole al manubrio del ludibrio del bodrio X, que en la Transición se buscaba en las tinieblas de la fila de los mancos, pero hoy se lo monta uno desde casa en el putiferio 'on-line', sin pagar entrada y sin complejo de culpa, ay, lastre judeocristiano que tantas cegueras pronosticó al adolescente masturbatorio (ese pleonasmo). La cosa se fue calentando, nunca mejor dicho, y otro ponente que vino desde Copenhague a hablar de sus muchos libros, Miguel Sicart, dijo que el del videojuego es el discurso dominante del siglo XXI. Ni los populismos, ni los refugiados, ni los microplásticos, ni Masterchef, ni la Esteban, la princesa del pueblo, vallecana y recauchutada. No. La melé, dicen, está en el videojuego.

Ya vimos en 'Blade Runner 2049' y en 'La La Land' que la novia, el sexo y el amor todo serán virtuales o no serán, como una teología interactiva de culos, torsos, despieces y vaginas de látex que sobrevuelan ya el muelle de Albareda y se prenden como la ropa interior en la Grúa de Piedra, que se dejó caer en 2016 sobre las obras del Centro Botín, como en un mudo harakiri. «No hay una impugnación a la totalidad», zanjó Basilio, lanzando una mirada mediterránea y mallorquina, como Jovellanos desde el Castillo de Bellver. Por si acaso. Pero yo, 'mon amour', soy y seré tu 'gamer'.

Twitter: @dfarranz

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