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Corría entonces el año 87, del pasado siglo, claro. Había habido elecciones regionales en Castilla y León, también en el mes de mayo, como ahora, y coincidiendo con las municipales. Eran los segundos comicios en la comunidad, tras los de 1983, que habían inaugurado la ... autonomía, y se iniciaba la segunda legislatura en las Cortes de Castilla y León. Aquellas primeras elecciones habían arrojado un resultado bastante ajustado: el PSOE, que venía de ganar con amplitud las generales de octubre 1982, ganó aquí con 42 escaños, justo la mitad de la cámara, frente a 39 de Alianza Popular, que aún no era el PP. El Centro Democrático y Social (CDS), creado poco antes por Adolfo Suárez tras la ya irreversible desaparición de la UCD, obtuvo 2 procuradores en Ávila, y el que faltaba para los 84 había salido elegido en Burgos en una candidatura liberal.
¿Y qué es entonces lo que pasó en 1987? Apunten el dato: tanto el PSOE como AP bajaron a 32 procuradores cada uno, aunque AP, con Aznar de candidato, tuvo algunos votos más. El CDS se disparó: de 2 a 18 escaños. Los dos que faltan para 84 fueron elegidos, uno en Segovia, con siglas democristianas, y otro en Burgos, en una candidatura independiente. O sea, que el bipartidismo entonces imperante tuvo en estos lares una grieta seria y un partido que se autoproclama de centro entró en la escena con una pujanza que no tenía parangón en ningún otro sitio. Celebrado el debate de investidura de José María Aznar, como cabeza de la lista más votada, el CDS se abstuvo en la votación y el candidato de AP fue elegido en segunda instancia por mayoría simple, recibiendo el voto de los dos procuradores individuales. Se puso así en marcha aquella segunda legislatura, un tanto turbulenta como ahora se verá.
La relación entre AP y el CDS no era especialmente buena; el proyecto de AP pasaba por ocupar el espacio del centro derecha al completo, y la presencia del CDS era un inconveniente. Ustedes, más que en el centro, donde están es en el medio, estorbando. Era una de las habituales invectivas, ciertamente graciosa. Llegó el primer presupuesto, el CDS votó con el PSOE una enmienda de totalidad en las Cortes, las cuentas fueron devueltas a la Junta y la sombra de la crisis se extendió enseguida. Luego se supo que el CDS había considerado la posibilidad de entrar en conversaciones con el PSOE con vistas a la presentación de una moción de censura. Pero ocurrió lo inesperado: donde se presentó de verdad una moción de censura por aquellos días fue en el Ayuntamiento de Madrid, cuyo alcalde, Juan Barranco, del PSOE, fue sustituido por Agustín Rodríguez Sahagún, del CDS, con los votos de AP, que eran bastantes más. A modo de contraprestación, AP requirió al CDS para que diera estabilidad en Castilla y León, y así lo hizo, entrando en un Gobierno de coalición para toda la legislatura, primero con Aznar y luego con Jesús Posada como presidentes de la Junta. El centro-derecha estaba en marcha. No sé si le ven algún paralelismo con la situación actual, pero sigamos el relato, por si alguna vez hay que comparar con conocimiento de causa.
Las siguientes elecciones, en 1991, dieron este resultado: el CDS bajó de 18 a 5 procuradores; el PP, que ya no era AP, subió de 32 a 43; el PSOE mejoró algo, de 32 a 35, y el que falta para 84 fue el que obtuvo IU. Ya habrán reparado que el CDS bajó 13 y el PP subió 11, lo que deja pocas dudas de la dirección que siguió el trasvase de votos. Pasó la legislatura, hubo otra vez elecciones en 1995, y vean: el PSOE, ya en caída nacional, bajó a 27; IU, beneficiaria de esa caída, obtuvo 5; la Unión del Pueblo Leonés entró en las Cortes con 2, ¡y el PP se plantó en 50 escaños! Del CDS ya no quedó rastro, ni volvió a haberlo. Pero habrán reparado ahora en un dato bien llamativo: 50 es la suma exacta de 32 más 18, o sea, los 32 de AP y los 18 del CDS de unos años antes. ¿Pura casualidad, azar caprichoso de las matemáticas electorales? En absoluto. Lo que realmente pasó es exactamente lo que parece que pasó: que el PP, la derecha más genuina, se comió, políticamente hablando, al que pudo haber sido su vecino competidor por el centro, pero que, en vez de dedicarse a eso, se empeñó en ser su socio y valedor también por la derecha. Ya saben, cuando entras en el terreno de otro que tiene más despliegue, más experiencia y más arraigo que tú, y encima le ayudas a mantenerse en tiempos de zozobra, lo normal es que se recupere y que te termine absorbiendo. Aquello del original y la fotocopia, que tantas veces se dijo.
Ahora me dirán otra vez que les suena, que van encontrando algún parecido, etcétera. Conste que yo no he querido ser nada explícito, ni suscitar comparación. Simplemente, quería hacer un ejercicio de memoria con respecto a una época que conocí bien porque en ella estuve muy directamente implicado. Y, créanme, de todo esto hablé mucho entonces y después con mucha gente del CDS, y también del PP, siendo yo, como era, parte interesada. En general, la coincidencia en el análisis era muy elevada.
Pensarán, al fin, que en todo caso esto que les cuento ocurrió hace 30 años, que era otra situación, que las circunstancias han cambiado, que ni el PP ni el PSOE de ahora son los de entonces, y que tampoco Ciudadanos es el CDS. Cierto, todo muy cierto. Pero piensen también que la historia es un tanto veleidosa y que de vez en cuando se obstina en repetirse, simplemente para entretener a quienes se empeñan en estudiarla; sabedora, sin duda, de que la política tiene algunas reglas intemporales; pocas, cierto, pero las que de verdad lo son retornan una y otra vez con contumacia, aunque sea en contextos distintos. Una de esas reglas se cumplió siempre: no te asocies con aquel que, siendo competidor tuyo, es más fuerte que tú, incluso aunque no esté en su mejor momento; lo más probable es que primero te neutralice y luego, una vez fortalecido con tu ayuda, te termine engullendo. Denle una vuelta y hablamos.
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