Hipócrita, precisamente, no

No ha gustado a crítica y público la designación de Delgado porque, habiendo sido hasta la víspera ella ministra de Justicia, pone en entredicho no sé qué independencia del poder judicial en España. ¡Como si tal independencia no estuviera más que en entredicho! Y ojo, un entredicho que no viene de los otros dos poderes 'per se' sino, y aquí se asienta la clave de bóveda del edificio de la creciente desafección, de los partidos políticos, con certeza de los que tuvieron todo el poder y no tienen pinta de desmarcarse los que han llegado con ínfulas limpiadoras. Es natural que cuando suceden estas cosas se hable de colisión de poderes, cuando en realidad a lo que asistimos es a la pelea por infiltrar los intereses de cada partido en los tribunales a través de peones propios para extender hasta ahí una guerra que cada vez es más sin cuartel.

No ha gustado la designación, decía, porque muestra a las claras lo que siempre se ha realizado con algo más de tacto, de disimulo. De hipocresía. Al final, cada gobierno ha elegido para el papel de FGE a un afín, a un muy afín o, incluso, a alguno como aquel vallisoletano que, apellidándose Cardenal, se empeñó en ser más papista que el propio Papa.

Así pues, de este nombramiento se podrá decir de todo menos que Pedro Sánchez ha sido hipócrita. El aviso, la declaración de intenciones, es para propios, aliados y ajenos. Entiende el presidente que son tiempos de guerra, que los juzgados serán la campa en la que se dirimirán innumerables batallas y que él no se va a arredrar. 'Intentar quedar bien' no aparece como consejo en ningún manual de supervivencia. Es más, suele ser contraproducente.