El héroe

Piensen, no sé, en la temperatura del Pisuerga a estas alturas del año. O en las corrientes. Y Sied, sin duda alguna hacia el agua, hacia salvar la vida a un semejante. Porque hay una pulsión que sale en los momentos más cruciales y que quizá, con la evolución perversa, vayamos perdiendo: ayudar al otro. Sied es, sí, la amapola en esta primavera amarga en la que casi hemos visto volver a reventar Chernobil.

La Filosofía, entre otras cosas, está para entender que en el heroísmo de Sied viene en nuestra condición aunque se vaya perdiendo sabe Dios el porqué. Que sí, que somos el lobo para el otro, pero es que en este Valle de Lágrimas también existe la valentía gratuita. Sied no merece un homenaje, merece un aplauso, una escultura y hasta nominar una escuela de socorrismo. O un Instituto. Los héroes aparecen ahí, cuando menos lo esperan. La ciudad, aparte de los santos uniformados, tiene a sus Ángeles de la Guarda anónimos. Una buena noticia, un valiente, un aplauso consistorial y todo lo que se nos pueda ocurrir.

En el fondo, Sied, aunque dijera que iba a por un «chaval que estaba muerto en el río», sabía que algo nos sobrevuela. Un «levántate y anda, Lázaro», posible, también gracias a que en la Policía se reaniman muchas vidas.

De algunas fui testigo.