Quién es Heli

Heli es el dolor por una bebé que no sobrevivió, el amor fraternal con una hermana mayor inseparable. Heli es una hipocondría que se cura con paracetamol y con un hijo-médico casado con una nuera-hija-médico. Heli es el orgullo por los suyos y el esparadrapo negro que tapa a los ex en el collage genealógico del salón, pero también la sinceridad sin atenuantes del «qué gordo estás» y del «me voy a morir sin leer una novela tuya», aunque tenga quien le lea El Norte para menguar esa pena. Heli es mi madurez pegándome de bruces con una frase al oído en el tanatorio, el día que no pude llorar a mi abuelo, ocupado en volverme adulto. Para quebrarme unos meses más tarde, de pronto, por pura nostalgia.

Heli es una pasión por el tenis que le lleva a ver en diferido el Open de Australia o el US Open, que caen a trashoras, la preocupación por Cataluña y por la política y por el rumbo del mundo... Heli es, al verla, la ausencia de Antonio y mi añoranza de sus revistas de crucigramas, de las vueltas que se sisaba a sí mismo para convertirlas en propinas para los nietos, de los bocadillos inabarcables para las pelis de la sesión doble del Babón, de la máquina de escribir que me dejó teclear para redactar un trabajo sobre Cervantes.

Heli es desde el viernes cien años de biografía propia y mucha biografía feliz ajena.