¿Hasta cuándo?
La primera bofetada te sorprende por su violencia, pero no debería. Ya te había ablandado lo suficiente, psicológicamente estabas preparada
edurne portela
Domingo, 10 de mayo 2020, 09:07
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edurne portela
Domingo, 10 de mayo 2020, 09:07
Normalmente lo primero no es un bofetón inesperado, antes ha habido otras señales, comentarios despectivos sobre cosas que tú te empeñas en hacer bien, como la limpieza de tu casa, el plato que a él más le gusta, tu maquillaje, tu corte de pelo; también ... están esas críticas que te vuelven insegura y vulnerable, como tu peso o tu talla de pantalón, tu comportamiento en público con amigos comunes, tu forma de reír, un poco estridente. Empieza así, con esos desprecios que tú interpretas como algún signo de mal humor –pobre, es que trabaja mucho– y que, si piensas racionalmente, son ciertos. Es cierto que el bizcocho te quedó un poco seco, que te sobran dos o tres kilos en la tripita y el culo, que el flequillo así de corto no te sienta nada bien y que a veces te ríes de más. Por eso no se lo tienes en cuenta.
Con el tiempo van saliendo otras cosas, como aquél día que te reprochó una conversación de Whatsapp con ese amigo de hace años que apenas ves o cuando te obligó a que le enseñaras las búsquedas que habías hecho en Google o cuando te dijo que no quería que vieras más a tu amiga, tu amiga de tantos años, porque, según él, era una zorra. Y luego esas otras cuestiones que te da vergüenza reconocer, como que te recuerde tus obligaciones conyugales y tú cedas aunque te asquee y te duela o que fiscalice hasta el último euro que gastas.
La primera bofetada te sorprende por su violencia, pero no debería. Ya te había ablandado lo suficiente, psicológicamente estabas preparada. Por eso la primera se la perdonas, porque te dice que no quería pero que tú... Y tú en el fondo le das la razón porque piensas que es cierto, que sabías que el cordero estaba demasiado hecho, no se lo tenías que haber servido.
Ahora llevas dos meses encerrada con él, con años de experiencia acumulados. Tú con la tuya, él con la suya. Al principio quisiste creer que las cosas no iban a cambiar demasiado, que igual, de hecho, sin las presiones externas él se comportaría mejor, que igual volvíais a esos tiempos en los que erais una pareja feliz y él te quería un poco más, o mostraba su desprecio un poco menos. Te esmeras en ponerte guapa para él, en cocinar bien y piensas que, si lo agasajas lo suficiente, el confinamiento os hará más fuertes. Pero pronto te das cuenta de que no será así. La agresividad que antes se dilataba en el tiempo ahora se condensa en 24 horas al día 7 días a la semana porque, incluso cuando duerme, tú estás intranquila, vigilas su sueño no vaya a ser que se despierte y...
Las válvulas de descomprensión que él parecía encontrar fuera de casa, esos días que se esfumaba sin dar explicaciones y tras los cuales te dejaba algún tiempo tranquila, han desaparecido y lo que no vomita fuera te lo vomita a ti, en tu cara. Tu miedo antiguo, ese que tenías siempre agazapado, se ha convertido en pánico constante. Qué hacer con este pánico, cómo buscar ayuda si no te lo quitas de encima ni un segundo, cómo escapar sin tener a dónde ir.
Me pongo en la piel de una mujer que ha sufrido maltrato psicológico y físico durante años y que ahora convive con su maltratador y hago mío su pánico, su parálisis, su incapacidad para tomar una decisión que tal vez pueda salvar su vida. Los testimonios de mujeres que han acudido estos días al servicio de emergencia del 016 (las llamadas han incrementado entre un 12% y un 18%), a la policía (en los 44 primeros días de confinamiento la policía ha mantenido 117.528 contactos telefónicos con mujeres en situación de riesgo) o a asociaciones de ayuda a mujeres maltratadas, inciden en la dificultad de buscar ayuda en el contexto presente.
Las mujeres hablan de un incremento del control económico, sexual y de las comunicaciones, un mayor aislamiento al no poder hablar con libertad con amigas o familiares, también un incremento de las situaciones de violencia y las amenazas. Asimismo, insisten en el miedo a abandonar el hogar y no encontrar recursos para sobrevivir en la realidad actual.
Denunciar una situación de maltrato siempre es un proceso complicado y doloroso. Primero, la mujer debe reconocerse a sí misma como víctima. Si el maltrato es principalmente psicológico, la mujer llega a internalizar y asumir la versión denigrada de sí misma. El maltratador triunfa cuando convierte a su víctima en el reflejo de sus palabras, cuando la mujer realmente cree que es una inútil, que no sirve para nada, que es fea y estúpida, que no sería nada sin él. Partiendo de esa visión negativa de sí misma, la mujer puede llegar incluso a aceptar el maltrato físico como irremediable, incluso como castigo por su negligencia.
El primer paso, entonces, es reconocerse como víctima, entender que el abuso que está sufriendo es inaceptable y asumir que necesita romper su parálisis y parar el ciclo de violencia. Entonces llega la búsqueda de recursos, vencer el pánico de marcar ese número que no deja rastro, llamar a la puerta de una institución en defensa de la mujer o una asociación, hablar con una amiga, familiar, vecina y compartir el miedo y el dolor, aceptar la ayuda que se necesita. Si antes de la pandemia dar estos pasos era difícil, está claro que ahora es mucho más complicado.
Los riesgos que corren la mujer y sus hijos, si los tuviera, son mayores, también lo son las complicaciones logísticas que entraña una denuncia, como encontrar un lugar seguro y más o menos permanente donde el maltratador no pueda encontrarla. La situación de precariedad y dependencia económica, ahora agravada por el desempleo y la crisis, también afectan a la autonomía de las mujeres que busquen una nueva vida lejos de su maltratador. Si la libertad de la mujer abusada es siempre limitada por el miedo, por el daño psicológico y la debilidad que provoca el abuso, ahora esas limitaciones se han endurecido al máximo.
Escuchas las noticias sobre la desescalada, las fases que van a permitirte una movilidad mayor, lees un artículo en el periódico sobre los asesinatos machistas durante el confinamiento, sobre el incremento de llamadas al 016, sobre esas asociaciones para víctimas del maltrato que están intensificando su campaña en redes para tender la mano a mujeres que se parecen mucho a ti, te dicen que tú si puedes salir, que puedes ir a a la comisaría, denunciar, que las casas de acogida siguen abiertas. Miras de reojo al hombre que tienes sentado a tu lado en el sofá, que ahora reposa tranquilo y te preguntas, ¿hasta cuándo?
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