El Halloween español: de Franco a Torra
El espigón de Recoletos ·
El Tribunal Supremo ha reclamado la entrega de los jinetes del Apocalipsis que pusieron pies en polvorosa en 2017 tras Puigdemont y en dirección a BélgicaSecciones
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El espigón de Recoletos ·
El Tribunal Supremo ha reclamado la entrega de los jinetes del Apocalipsis que pusieron pies en polvorosa en 2017 tras Puigdemont y en dirección a BélgicaAunque creamos que Halloween es invento yanqui, a nosotros los muertos siempre nos han atraído por espantosos, morbosos y tremebundos. Porque el español, que vive más en conversación con los difuntos –Quevedo 'dixit'– que con sus vecinos, es dado a entierros, velatorios, necrofilias y dictadores ... con alcuza, desde que el burlador de Tirso le dio la patada a la calavera y la invitó a cenar. Ya Alfonso X, rey sabio donde los haya –ay, qué tiempos– había anotado la bravata en sus 'Cantigas de Santa María': aquel soldado se puso a darle unos toques con el pie al cráneo de un interfecto, a lo Leo Messi y en un cruce de caminos. Total, que la Basílica sin Franco es esqueleto surcando los cielos en una Walpurgis castiza, en pena, 'metesaca' de espeluzne y Estado de entierro y desentierro. Muy de Halloween, en cualquier caso. Como 'Sálvame'.
Total, que Sánchez –él mismo un muerto redivivo del cónclave socialista de 2016– le había prohibido a la derechona nostálgica que procesionase hasta el cementerio de Mingorrubio para invocar el espíritu del Caudillo, que la momia se iba a acabar constipando. Y la vicepresidenta, a la que el otro día 'enterró' viva y 'emparentó' –dos en uno– un periodista de 'España directo' –«Franco descansará junto a su mujer, Carmen Calvo», patinó–, dijo que aquí ni truco ni trato. Pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha anulado la orden de la Delegación del Gobierno y a los difuntos de El Pardo ahora les turban el descanso eterno con hachones, himnos y banderas preconstitucionales. Porque España quiere entierro y rayos de luz encendiendo vidrieras de mausoleo; y más en estas fechas. Entre el boquirrubio de Casado y las andanadas verbales de Abascal hay una camisa azul y genealógica. Y Sánchez en su trono desciende de las cejas angulosas de Zapatero y e Iglesias en Galapagar, del 15-M y del chavismo. Acuñan blasones que son testigos insobornables de esta España amnésica y 'millennial'.
Mientras el Tribunal Constitucional ha suspendido el plan de la Generalitat para relaciones sentimentales con el exterior –porque invade competencias del Estado–, el Tribunal Supremo ha reclamado la entrega de los jinetes del Apocalipsis que pusieron pies en polvorosa en 2017 tras Puigdemont y en dirección a Bélgica –Comín, Puig y Ponsatí–. Y Torra celebra su Halloween con 2.000 ediles y diputados de Junts per Catalunya, ERC y la CUP en una fiesta terrorífica que han bautizado como la Assemblea de Càrrecs Electes de Catalunya y por la que había que apoquinar diez euros; después, disfrazados de demócratas, cortaron la avenida Diagonal. El alcalde de Lérida, Miquel Pueyo, se vistió de tío Fétido; la concejala Artadi iba de Morticia Addams y unas alcaldesas reptaron por el techo hechas novias de Drácula, buscando cuellos de jueces en los que libar. En el aquelarre pidieron la testa del consejero Miquel Buch: algunos aseguran haberlo visto después, cabalgando a galope tendido por Via Laietana, entre hogueras y encapuchados, en busca de su cabeza. Qué patria pavorosa, vida mía.
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