Parecería que nada hay más lejano de la magia y las creencias en lo maravilloso que el mundo de las nuevas tecnologías y las redes internáuticas. Como si los seres sobrenaturales hubieran sido expulsados –finalmente– de los paraísos del ciberespacio. Y, sin embargo, entre los ... más recientes 'trends' o tendencias de búsqueda en Google, emerge sin reparo cierta proliferación de vídeos de Tik Tok con hadas que se declaran como tales y hacen alguna demostración de ello: por ejemplo, elevarse sobre el suelo. También las hay que dicen estar en una u otra fase de aprendizaje. Por lo que puede deducirse que no se nace necesariamente con tales características mágicas, sino que estas se adquieren o desarrollan con la práctica; que las hadas, para serlo, tendrían que ir a la escuela o seguir clases tutoriales que les permitan graduarse en fantasías.
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Se trata de chicas muy jóvenes –de 12 a 16 años–, que ascienden hacia el cielo grabándose sus piececitos; o corretean por algún bosquecillo a modo de ninfas despistadas que, a pesar de sus adornos florales en la cabeza, no supieran a qué dios seguir ni se hubieran graduado en los cursos superiores de paganismo. Todo lo cual recuerda a los magos de oxfordianas reminiscencias (a lo Harry Potter) que tanto han influido en un abaratamiento y vulgarización de lo sobrenatural en las últimas décadas; o también evoca a princesas de Disney en zapatillas que, de pronto, van caminando y recuerdan que son hadas madrinas, así que se ponen a volar por las calles de cualquier ciudad de provincias o sobre alguna piscina doméstica. No faltan vídeos que muestran cómo 'hacer el hada' sin «esmorrarse» o grabar con un 'selfie stick' las aparentes evoluciones aéreas de una de ellas por los jardines.
Es una magia de todo a cien, una sobrenaturalidad ramplona y casi cómica, sin pizca de respeto ni siquiera atracción por lo sagrado. Se simula que existen hadas de la misma forma fantasiosa y cinematográfica que, en determinados documentales, se juega con la hipótesis de que sobrevivan sirenos o sirenas en las aguas más profundas de los mares. Supuestos esqueletos o incluso figuras momificadas de pretendidas criaturas maravillosas se exhibieron en siglos pasados por ferias y museos como cosa auténtica. Pero había personajes de singular lucidez y capacidad intelectual como el poeta y pintor William Blake que creían –firmemente– en hadas; así como que, entre las luces y sombras del crepúsculo, resultaba posible sorprenderlas posándose en flores u hojas y conversar con esos seres mágicos sobre los mundos humanos y divinos. Claro que Blake estaba igualmente convencido de la existencia del demonio, Satán, Belial, Belcebú y, además, se manifestaba partidario de él. Puesto que, para este artista británico, mientras que el Dios judeocristiano representaba un opresivo y tenebroso orden, Lucifer o Luzbel, príncipe portador de la luz, equivalía a la rebeldía, la utopía y la revolución.
No son pocos, en este sentido, los ejemplos de películas y telefilmes que tienen como protagonista al maligno o sus secuaces, así como a otros seres malditos y dejados de la mano de Dios: hechiceros, fantasmas, aparecidos, hombres-lobo, vampiros… Es decir, un catálogo completo de mensajeros o encarnaciones del terror. No obstante, habrá que reconocer que, en la actualidad, las antiguas invenciones mitológicas apenas constituyen un producto de 'merchandising' más, entre los muchos que ocasionalmente transitan por las series de moda, ya sean las sirenas de 'H20' o los faunos, unicornios, chamanes, brujas y hadas de 'Mia and me', obra esta última en cuyos episodios –y a manera de dibujos animados– ese pelotón de fantásticas criaturas se entrometen en la vida cotidiana de personajes interpretados por actores o actrices de carne y hueso.
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¿Simbolizará todo ello la mezcla inevitable en el universo humano de ficción y realidad, de lo pedestre y lo sublime? ¿Significará la permanencia de lo maravilloso en plena hipermodernidad? ¿Indicará que la imaginación siempre prevalece sobre el raciocinio? ¿O acaso nos revela, más que una suerte de reencantamiento tecnológico, el desencanto definitivo del mundo?
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