¿Quién decide hacia dónde vamos, qué rumbo toma la nave del destino? ¿Lo hará (antes o después) una inteligencia artificial como LaMDA? LaMDA es un chatbot de Google. Lo suyo es conversar como lo haría un ser humano. Y lo hace muy bien. Tanto ... que el ingeniero Blake Lemoine quería contratar un abogado para la criatura, impresionado después de charlar con ella (o con él, o con ello) sobre la vida, la muerte, la personalidad y los derechos. Además de sentirse impresionado, Lemoine ha dado a conocer sus impresiones.
Publicidad
Esto (y lo del abogado) ha molestado a la empresa, que lo ha mandado a su casa suspendido de empleo pero no de sueldo. Al fin y al cabo, aunque el estado de la tecnología actual hace poco probable que LaMDA sea consciente y sensible, como afirma Lemoine, deducimos que el programa es tan bueno que nadie podrá saber si está chateando con una máquina o con una persona cuando lo suelten en Internet.
La publicidad es excelente. La influencia de la inteligencia artificial, el peso monstruoso del análisis de datos, de las redes sociales, de los bots y de todas las creaciones digitales, impulsan la nave colectiva ¿hacia dónde?. Esta se mueve además con la energía caótica de millones de decisiones que señalan un rumbo u otro. ¿Y qué mueve esas decisiones? ¿El bien de la especie humana?
Con frecuencia el deseo ardiente de trepar por escalas sociales y riscos jerárquicos, un deseo que se confunde con las dulzuras del enriquecimiento personal. El cual puede afectar a ambiciosos subalternos o a herederos de las más altas posiciones. Intereses, intrigas y guerras económicas mueven y agitan el mundo.
Publicidad
De vez en cuando un individuo consigue dar un nefasto golpe de timón. Como ejemplo del hombre ascendido al poder desde orígenes humildes, Vladímir Putin es la cara de moda del destino. Pero me ha impresionado mucho (tanto como a Lemoine el chatbot LaMDA) la historia de Jack Welch contada por David Gelles en su libro 'El hombre que rompió el capitalismo'. Welch dirigió General Electric durante 20 años. En ese tiempo, arrasó una compañía poderosa e innovadora y la convirtió en un juguete financiero que daba fabulosos beneficios.
La entelequia bursátil fue rentable aún cuando la compañía ya no era apenas nada, pero inevitablemente la fachada se derrumbó y apareció el vacío, el resultado de un desmantelamiento meticuloso. Eso sí, Welch ganó enormes sumas de dinero y creó un estilo de dirección en el que todo vale para aumentar el margen de ganancias sin parar: despidos, desinversión, deslocalización y juegos bursátiles. Él y sus discípulos desindustrializaron EE UU.
Publicidad
Europa tomó el mismo rumbo. Hoy todo se fabrica en China. Las clases asalariadas se han empobrecido. El mundo, sin duda, ha cambiado gracias a Welch.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.