Esta pandemia ha dejado tiritando al pequeño comercio pero los males vienen de atrás. El teletrabajo y el encerramiento al que hemos estado sometidos durante meses son una condena a perpetuidad para esas tiendas de siempre que llevan años aguantando el chaparrón. Amazon y ... firmas parecidas plantean una competencia feroz, pero la crisis que nos agobia y el escaso interés de muchos jóvenes en explotar el negocio familiar también cuentan. El afán de los mayores por mejorar el futuro de sus descendientes obligándolos a estudiar una carrera y dos másteres con buena salida profesional, ha influido en el abandono de numerosos establecimientos, al que se ha sumado el comercio por Internet.
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Muchos de los que regentaban desde tiempo inmemorial esos minúsculos negocios de ultramarinos, ferreterías y similares se jubilaron antes de que el virus asomara el hocico porque escaseaban los que querían continuar la saga familiar, y ningún interesado parecía dispuesto a pagar traspaso y renta. Lo curioso es que las nuevas generaciones no creo que echen de menos aquella forma de comprar, y los que manejan el cotarro han entendido la fórmula del éxito: vender sin abrir tienda en la esquina, llevar el pedido a casa y garantizar la devolución del dinero si el cliente no queda satisfecho.
El hachazo al comercio de proximidad es gordo, pero tan irreversible como esperar que vuelvan las cabinas telefónicas.
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