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Con lo de Guitarte y su existencia turolense en Valencia hemos venido a comprender de qué modo los esnobs con posibles han venido a quedarse con la reivindicación de la España vacía. La España vaciada, le llamaron, para que los escritores de la cuerda ... se fueran a airear el badajo por el Campo de Aliste o La Demanda. Siempre que una ideología en España abraza una reivindicación legítima, acabamos donde picó el pavo. Y lo peor es que no aprendemos. El turismo es un estado de ánimo, de ahí las cancelaciones que hay en Teruel y provincia. Los repentes de los mononeuronales, tomando el todo por la parte y castigando a Teruel con el olvido, no pueden ocultar lo siniestro del personaje. De entrada, Guitarte prostituyó las ilusiones de toda una provincia y eso, en mi pueblo, es un pecado de eterna penitencia. Pero con el sanchismo triunfante, ay, se nos han cambiado los marcos mentales y metafísicos: la mentira es una adaptación a las circunstancias y el bandazo ya es asumido por una virtud política. Aplauden los muslos bachilleres y contra eso hay poco que hacer.
Dicen que Teresa Ribera tendrá competencias en despoblación y lo que pasa es que miramos entre la niebla y nos apetece ni procrear, ni empezar de cero, ni traer a niños al mundo ahora que nos quitan el ambulatorio y olvidamos las lecciones básicas de Veterinaria. Yo perdí el carnet de padre en una noche o en una rifa, y lo intepreto como un don divino. Con relación a la despoblación, recuerdo que los ofendiditos se tomaron como una afrenta el anuncio de Ikea en Teruel, pero lo de Guitarte lo entienden como algo normal. Con todo, lo peor es que este tipo ha mandado un mensaje que será difícil de borrar de los magines: que la despoblación es necesariamente sanchista. Una vicepresidenta contamina como siete Falcons y como siete vertederos ilegales así, a ojo de buen cubero.
Con lo que nos va a costar el sanchismo –y lo que nos ha costado– se podría poner un funicular verde desde el Cristo del Otero a La Pernía, y una frecuencia más de Ave. Y desbrozar las carreteras de la Sierra de Gata donde los jaramagos se erigen enhiestos hacia el suelo, desde la cuneta y como el Ciprés de Silos. La cosa es que, en las rampas más jodidas de enero, a España ya no la conoce ni la madre que la parió, y con esos mimbres habrá que bajar a la capital, pillar el 4-G, seducir de nuevo a los leoneses y sacar lustre a unos zapatos de a diario. Guitarte, por lo demás, es un arquitecto con más palabrería que planos, y esa especie genética está bien para un rato y en determinadas sobremesas. Que sé lo que me digo. Teruel existe. Y el meme también. Así es la pluriEspaña baldía.
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