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Nunca he prestado demasiada atención a los festejos programados con motivo de San Pedro, patrón de la ciudad. Entre otras razones porque ni el concurso de pintura rápida, el mercado de artesanía castellana, la alfombra floral o la feria del disco tienen para un servidor tirón suficiente, y menos ahora que hay que calzarse la mascarilla antes de pisar la calle. Lo único que echaré en falta será la santa misa en la catedral, más por cotillear sobre lo arregladitos que van los representantes de las instituciones que por el acto propiamente dicho. Así que este año, con lo que les cuento y las limitaciones impuestas por la pandemia, será difícil que alguien me encuentre en la calle gozando de las actividades anunciadas, que deseo disfruten todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Sin embargo, unas declaraciones muy recientes del alcalde sobre estas fechas me han levantado el ánimo, y no por el programa sino por una frase suya sobre las fiestas de septiembre, que en Pucela son las gordas. Las palabras de don Óscar Puente asegurando que esos días venideros se parecerán mucho a lo que era normal en 2019, levantan el ánimo incluso a pesimistas como yo. Aunque tampoco participo demasiado en ellas, el anuncio del final de esta pesadilla para dentro de cuatro meses es un guiño a la ilusión, y como decía mi abuela materna: señor regidor, que su boca sea un ángel. Por la cuenta que nos trae…
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