«Les contamos que una Catedral acabada la tiene cualquier ciudad de chichinabo, pero que para tener una a la mitad tienes que ser Valladolid. Y que además nos gusta así y no nos da la gana terminarla»
No sé en qué momento mis amigos han decidido que soy un guía turístico, pero cada vez que alguno tiene invitados me requiere y me exige que se lo enseñe todo, «como tú sabes tío, ya me entiendes». No tengo ni idea de a qué se refieren, pero da igual, yo digo que sí, que faltaría más y doy por sobreentendido que quieren que alterne historia con vino, que es a lo que estamos, claro. Todo gira en torno al vino excepto el vino, que gira entorno al amor. Así que ahí me planto yo, con mi supremacismo vallisoletano a cuestas y ese aire de falsa humildad que tienen niños y columnistas cuando alguien les hace caso. Yo empecé a escribir porque no me dejaban hablar y durante años fui incapaz de terminar una sola frase sin que me nadie me interrumpiera a la mitad, alguien preferiblemente de sexo femenino, claro, esa manera de pasar de ti solo puede llegar a alcanzarla una mujer que te quiere. Así que escribir es una venganza. Y escribir una ruta turística por Valladolid es su culminación, una oportunidad de hablar ininterrumpidamente sobre esta Tierra Santa delante de gente que no tiene ni idea del tema y que no se va a enterar si te lo inventas. Es más, lo hago a menudo, intento echar un poco de sal a la realidad para que no sepa tan a crudo.
Con los años he perfeccionado un paseo que parece casual pero que está pensado hasta el mínimo detalle. Y, por ello, no está abierto a improvisaciones: he comprobado que, en cuanto nos salimos del plan, nos caemos con todo el equipo. El objetivo es que sepan que caminan por suelo sagrado y que deberían besarlo a cada paso. Para ello hay que llevarlos a un estado de éxtasis, de semi hipnosis, a una apoteosis de castellanismo místico, con la muleta pegada al hocico para que no levanten la mirada, no se despisten y no perdamos ni foco ni halo. A mí me enseñó a hacer esto un sevillano muy sevillista que empezaba las historias en el lugar preciso y las terminaba en el lugar oportuno, como si lo tuviera medido. Un día me estaba contando que la ciudad de Sevilla debía un homenaje a Bécquer porque fue un hombre atormentado y que qué solos se quedan los muertos. Tras un largo paseo contándome la vida del poeta llegamos a un lugar donde me dijo: «Pues mira, en esa casa de ahí nació Bécquer y justo al lado le hemos puesto la secretaría técnica del Betis para que vea que mejor solo que mal acompañado». Ese es el concepto, empezar a contar cosas mientras caminas y terminarlas donde hay que terminarlas. Si empiezas a contarlo cuando llegas, vas mal.
Y les cuento que Valladolid está obsesionada con los Austria y con el imperio. Tiene sentido, aquí es proclamado rey Felipe I, vive Carlos V, nace Felipe II y Ana de Austria -reina de Francia-, vive Felipe III, nace Felipe IV, pero no me canso de recordar que esta ciudad ha sido el centro de Castilla también con los Borgoña y con los Trastámara aunque vivamos de espaldas a eso. Les explico que aquí nace Enrique I, se casa la reina Berenguela, se corona Fernando III, se casa Alfonso X, nace Sancho IV, María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes, se casa Pedro I, fija su sede Enrique II, muere Juan II, nace Enrique IV, se casan Isabel y Fernando y pasan largas estancias Juana I y Catalina, futura reina de Inglaterra. Mucho de esto no está señalizado, pero teniendo en cuenta que a nadie le interesa dónde pudieron vivir Quevedo, Góngora o Larra, que no hemos sido capaces de señalizar el domicilio de Umbral. el palacio de Rubens, el lugar donde se puso a la venta por primera vez El Quijote o el domicilio de Cervantes en el Paseo de Zorrilla pues oye, será que a mi ciudad le da igual. A mi no y por eso se lo cuento.
A lo que vamos: la ruta comienza en el Campo Grande con un poco de romanticismo, paz y verdor que les haga salir de su mundo y limpiar cerebro y retina, como cuando bebes agua entre vino y vino. Es una puerta dimensional que sale por Plaza de Zorrilla, con saludos a Delibes y que si qué señorial la Acera de Recoletos, que si fíjate la Casa de Cervantes y ya por Teresa Gil a imaginarse el palacio donde nació Enrique IV en la Casa de las Aldabas, previo paso por las Calderonas. Qué mona la Plaza del Salvador, mira el Pasaje Gutiérrez y ahí haces como que te has equivocado para volver sobre tus pasos y salir a Regalado para hacer el acercamiento a la Catedral desde la mejor vista. Les contamos que una Catedral acabada la tiene cualquier ciudad de chichinabo, pero que para tener una a la mitad tienes que ser Valladolid. Y que además nos gusta así y no nos da la gana terminarla. Y la Colegiata, con los cipreses simulando los pilares originales donde se caso la reina Berenguela con Alfonso IX. Y a sus puertas fue coronada y cedió el trono a su hijo Fernando (no está claro que fuera en la actual Plaza Mayor) y se casó Cristina, la hija del rey Haakon IV de Noruega con Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X. O que allí se celebró el matrimonio de Pedro I con Blanca de Borbón. Pero da igual, porque también pasamos de señalizarlo, no se vaya a enterar alguien, así que me gusta contarlo como si fuera un secreto. Salimos para ver Santa Cruz y volvemos a La Antigua contando la importancia de Juan Mambrilla y ya por San Martín hacia Fray Luis de Granada, Casa de Zorrilla y Cadenas de San Gregorio entera, de principio a fin. El claustro del Museo, la Controversia de Valladolid, la cuna de los Derechos Humanos y a San Pablo. Pimentel, Palacio Real y a las Brígidas, donde Felipe II montaba su circo con elefantes, para hacer como que te encuentras con la Plaza del Viejo Coso sin haberlo previsto. Y flipan. Salimos por Fabio Nelli, por Expósitos a Santo Domingo de Guzmán y San Agustín, antiguo palacio de Catalina de Lancaster para llegar al Patio Herreriano, damos la vuelta por San Benito y a Platerías, Vera Cruz y a Plaza Mayor. Saludos al Nazareno y por Santiago de nuevo. Y, mientras eso sucede, ya soñando con más vino, damos gracias a Dios cada minuto por ser testigos y formar parte de la historia más grande jamás contada.
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