Las guerras son 'leyes' incólumes, inalterables en la Historia, tal vez las únicas patrimoniales de la especie humana. Las guerras cierran el futuro –cualquier clase de futuro– y limitan absolutamente a las naciones a dos alternativas; derechos del rico y obligaciones del pobre. Paz y ... guerra, justicia y nepotismo, libertad y servidumbre, derechos y deberes, todos ellos son cofres cerrados que esconden cada uno en su interior la llave del otro. Así las naciones de cofres cerrados son destino del ocaso dictatorial.
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Las guerras son inútiles, ninguna arregla al humano, sin embargo nos vemos abocados a ellas con asiduidad como recuerda la Historia, y es precisamente la Historia la que nos enseña que las guerras son catastróficas para el orbe, traen muerte y se llevan vida. La especie humana está dirigida en la línea del futuro, es decir, en la línea de la vida y no obstante apelamos constantemente a la destrucción. Todo esto pasa porque la mente humana mezcla raciocinios con intereses, necesidades con ambiciones. La guerra es contrariedad.
Las campañas de guerra mueven ejércitos y desmovilizan ideologías, los conflictos bélicos reducen las ideas a negocios que son máquinas de destrucción, y las masas a materia informe. Climas belicistas son los que convierten el arte de hacer política en la ceremonia verbal de la confusión que anuncia el conflicto bélico. En las trampas del lenguaje diplomático se amparan, justifican y legitiman tantas guerras.
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