La guerra como coartada para la idiocia
EL ESPIGÓN DE RECOLETOS ·
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«La estupidez carece de fronteras y el frentismo a la española rebosa estupidez»La guerra de Ucrania es un niño roto por dentro que corre a lo largo de un corredor humanitario mientras le disparan desde el aire: un ángel abrazado a su conejo de peluche y, cubriéndole la cabecita, una capucha almohadillada, que es su improvisado casco ... de inocencia. Niño del asedio que se tambalea entre policías, soldados, familias y desesperados, con las ciudades en ruinas ardiendo al fondo, tú que conoces demasiado pronto las acechanzas de la muerte: bendito seas. Putin se ensaña con los niños, bombardea maternidades, hace volar por los aires todos los tratados de Ginebra porque impone el exterminio como didáctica para enseñar al mundo de lo que es capaz, mientras este lo observa por televisión.
Era en la ciudad portuaria de Mariupol, en el mar de Azov, donde el intento de alto el fuego se ha quedado en eso, en intento, por cuarto día consecutivo. Allí ya no hay agua, ni electricidad, ni calefacción, ni conexión, y el alcalde ha dicho que los niños están empezando a deshidratarse. Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, dos millones de expatriados ucranianos provenientes de Kiev, Sumi, Járkov, Volnovaja, Mijolaiv o Mariupol marchan hacia los países vecinos, en corredores humanitarios sembrados de minas. Mientras, la idiocia de Occidente: se censura a Chaikovski –la Orquesta Filarmónica de Cardiff acaba de retirar de uno de sus programas la 'Obertura 1812'–, a Dostoyevski –en la Universidad Bicocca de Milán, que después se ha visto obligada a rectificar– y a Tolstói –Netflix ha suspendido 'sine die' la superproducción de Anna Karenina–, en señal de rechazo al autócrata Putin, como si los grandes maestros tuviesen la culpa.
La estupidez carece de fronteras y el frentismo a la española rebosa estupidez. Mientras, los niños ucranianos que han sobrevivido comienzan a llegar de su agotador éxodo: que su exilio y la coartada de la guerra misma no supongan aquí el último infierno para la infancia.
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