La gran catarsis del PP
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La crisis ha evidenciado la tendencia de Casado a practicar una política de tierra quemada poco sensataMuchos de mis colegas han utilizado la palabra sainete (y otras peores) para referirse a la última crisis que desgarra al PP. A mí, sin embargo, me vino a la cabeza enseguida la palabra catarsis, en su doble dimensión psicológica y estética, que me parece ... que permite explicar mejor lo que ocurre. Me explico. En su primer registro, la catarsis se refiere al proceso psicológico de liberación que se produce al dar rienda suelta a emociones negativas acumuladas y estancadas en el interior. Y es indudable que, en este caso, ambos contendientes, Casado y Ayuso, se han desahogado a gusto y han sacado fuera su bilis. La teoría clásica apostaría por el carácter benéfico de este proceso, pero no está claro en este caso, o que los beneficiados vayan a ser los dos.
En la segunda acepción, la catarsis se refiere a la sabiduría que se alcanza al contemplar la tragedia griega (el arte verdadero también vale) al permitirnos conocer y asumir las zonas oscuras de nuestra alma. En este caso, cuanto menos, la catarsis nos ha permitido acceder a rincones siniestros de la política. No sabemos aún si, tras esta purificación, el PP saldrá más fuerte, pero es probable que los ciudadanos salgamos más sabios.
Como mínimo, la tragedia desgarrada que estamos viviendo ha puesto de manifiesto dos realidades inquietantes de la actual dirección. La primera, es la tendencia de Pablo Casado a practicar una política de tierra quemada que no parece sensata en alguien que aspira «a sumar». Recapitulemos: el presidente del PP destituyó sin contemplaciones a Cayetana Álvarez de Toledo, un activo valioso de su partido; humilló a Santiago Abascal (Vox), que ahora es prácticamente el único aliado que le queda, y al que quiere seguir humillando; y no ha dejado de acosar a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien le regaló un impulso electoral que ha dilapidado. Todo esto estaba a la vista, pero la gran catarsis ha permitido verlo mejor.
Pero no es menos inquietante la segunda clave: el PP parece haber asumido uno de los grandes dogmas de lo 'woke' y lo políticamente correcto: que el acusado debe probar su inocencia. Y, en aplicación de ello, la dirección nacional ha encendido las llamas de un psicodrama 'preventivo', sin pruebas de la presunta corrupción que se atribuye a Díaz Ayuso. La presunción de inocencia y la obligación de que acredite el delito quien acusa son principios democráticos esenciales cada vez más debilitados en las sociedades occidentales, y el PP parece querer sumarse a este peligroso juego. Ahora el incendio es imparable y hay riesgo de carbonización. Pero, ojo, que si el PP logra resucitar de sus cenizas, puede resurgir con un poderío arrollador.
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