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Tiene lo de Madrid un temblor y una perla de sudor en la frente como de última apuesta en un casino de Las Vegas. Del Casino de Torrelodones solo me sé el nombre para dar premios a los amigos. Nunca entré en un bingo de ... Madrid, pero sé que en uno de ellos hace no mucho con una apuesta te regalaban una bolsa de plástico con una barra de pan y un cartón de leche semidesnatada para hacer las torrijas y la coartada para la mujer o el marido. Las peores excusas son las que uno se da a uno mismo. Las elecciones del 4M son un gigantesco tapete en el que Sánchez e Iglesias lo pusieron todo al cuatro. Sánchez es un apostador nato y como todos los apostadores, si sigue jugando terminará por perder. Cuando lo tenía todo, echó el farol de Ciudadanos en Murcia y ahora se juega la casa, el coche, el tractor con los cacharros y ochenta vacas de leche, «algunas de ellas casi sin dientes», cantaban los Zopilotes. '¡Les jeux son faits!', gritan los encuestadores, los hosteleros, los maletillas, los porteros de las discotecas cerradas y los peces de tres ojos de los charcos que se forman con el aguacero en las cuneta de la M30. Sánchez cree que esto que le pasa responde solo a una mala racha.
La campaña de Madrid es una huida hacia adelante. Su Pedridad ha implicado a dos de sus ministros y a la directora general de la Guardia Civil. Él mismo confrontó con Isabel Díaz Ayuso, no tan IDA. Un amigo publicista me sugirió que ante las acusaciones de inestabilidad mental, lo mejor para Ayuso hubiera sido una campaña bajo el lema 'Loca por Madrid'. La dieron tantas veces por muerta que ahora uno la ve y parece Lázaro con media melena. Las encuestas dicen que se le fue la mano a Sánchez y que los locos ahora parecen los demás, pero cuando las encuestas se equivocan, se equivocan todas a la vez. Toda la campaña tiene un punto frenopático. Gabilondo parece un monaguillo en un striptease. Los defensores de su tradicional y exquisita etiqueta y cortesía hablan de la obediencia debida al gran líder pédrico al que los servidores de algunos ministerios apodan 'El Papa'.
Me acuerdo ahora de aquel cardenal al que llamaban «el Clooney» del Vaticano, secretario personal de Benedicto XVI, Su Santidad a la que un día di la mano y sentí que la tenía de hielo. Se llamaba Georg Gänswein y dijo en una entrevista en 'Vanity Fair' que ser guapo no era un pecado. En su juventud había sido esquiador, llevaba el pelo largo y le gustaba Pink Floyd. Le llegaban al año cientos de cartas de amor con versos ardientes que burlaban los escáneres del Vaticano.
Tezanos andaba ayer por Madrid preguntando la intención de voto de las autonómicas y también la de veces que los señores encuestados iban a misa. Del cruce entre los dos datos nacerá una camada de estereotipos de la derecha madrileña de la que algún día se tendrán que decidir entre si es un after o una sacristía. Siempre es verano en el CIS de Tezanos, así que don José Félix se permite una encuesta que no se podrá publicar antes de las elecciones, que son la encuesta definitiva. No la leerá nadie, salvo el Gobierno.
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