Gracias, tormenta
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«Una peculiaridad en este amplio compendio de palabras gruesas es la diversidad geográfica del insulto»La tormenta que cayó el 17 de septiembre sobre la ciudad del Pisuerga me ayudó a reencontrarme con unos libros. Así es, tantos litros de agua hicieron que en la galería de mi casa se filtrara la lluvia y humedeciese unas lecturas que tenía colocadas ... sobre el radiador. 'El gran teatro del mundo', de Calderón, y 'Noche cerrada', de Vicente Alexandre, junto con una edición de 'Documentos del Vaticano II', quizá la más maltratada por la tormenta, y 'Antología del cuento norteamericano', seleccionada por Richard Ford. Afortunadamente, no fue mucha la cantidad colada y el desastre se solucionó dejándolos secar. A donde también llegó de rondón la tormenta fue a unas cajas llenas de libros. Por suerte, esta vez el agua no traspasó el cartón, ni logró humedecer los tomos allí guardados. Eso no impidió que vaciase la caja y, con gran sorpresa, y alegría, encontré unos volúmenes que desconocía dónde tenía guardados, extraviados; y son precisamente esos ejemplares a los que voy a referirme en estas líneas.
Al primero que voy a prestar atención es al 'Diccionario Sohez, de uso del español cotidiano'. Delfín Carbonell Basset, ediciones del Serbal (2007). No piensen mal, no se ha cometido ninguna falta de ortografía en el título, que como dice el autor en la introducción, «fue un regalo de Camilo José Cela; la 'h' intercalada es cosa mía. He recuperado la 'h' que utilizaron Sebastián Covarrubias en su 'Tesoro de la lengua castellana o española' (1611) y el 'Diccionario de Autoridades' (1726-39) y otros diccionarios de la Academia Española». En el prólogo, el académico Luis María Anson nos recuerda el ingente trabajo del autor sumergiéndose en lo más hondo del lenguaje popular, poniendo orden y concierto a la avalancha de palabras soeces, groseras y mal habladas, redactando Carbonell, «un diccionario, en verdad, de autoridades: cada expresión o vocablo va acompañado de un texto que lo autoriza». Muy útil en este mundo contemporáneo de eufemismos, barbarismos y ñoñerías. Siempre he sido partidario de la libertad léxica, de no censurar ni discriminar voces para dar empaque educado e intelectual a unas palabras mayormente impostadas. 'Sarasa', una de las múltiples palabras que se me han ocurrido buscar, definiéndola como homosexual o un término con el que llamábamos a los guardias de los parques, 'guripa'. Otra acepción en desuso, seguro que ahora utilizan un anglicismo, es 'p'arienta: esposa. Carbonell Basset, doctor en Filología por la Universidad Complutense, nos acerca, con citas literarias, expresiones y palabras que, usándolas, no debemos olvidar.
Sin perder el prestigio académico, dando al aprendizaje una dosis de humor e ironía, imprescindibles en el saber, nos adentramos en el mundo de la ofensa con 'El gran libro de los insultos. Tesoro crítico, etimológico e histórico de los insultos españoles!. Pancracio Celdrán Gomariz, Esfera de los Libros (2008). El prefacio corre a cargo de Forges. El humorista gráfico, creador en sus chistes de un abundante número de agravios de reciente creación, nos invita a ser creativos «para remozar esta jergaofensiva modalidad léxica de las relaciones humanas». De las que él es uno de sus principales valedores. Abramos el gran libro y después de leer su 'A guisa de prólogo', que no es más que un pequeño ensayo, o llamémoslo breve estudio sobre los insultos, improperios o dichos graciosos que acompañan con más o menos mala leche las desavenencias con el prójimo. Entre otras cosas para evitar, como alguien puntualizó, que las palabras se pierdan cuando su origen, lo que las hizo nacer, desaparezca. En esta ocasión para que la malsana malicia, la envidia o la desesperación, normalmente generadores del insulto, no impidan que los vocablos que Pancracio Celdrán Gomariz muestra en este libro, ordenado para su fácil consulta a modo de diccionario, se extingan por el desuso, y que la ofensa pase a peor vida, el olvido. Entre sus múltiples entradas, la acepción 'Abundio': tonto, me trae al recuerdo a la clase política, que son tan 'zotes', cortos de entendimiento, que ni entre ellos se ponen de acuerdo. Una peculiaridad en este amplio compendio de palabras gruesas es la diversidad geográfica del insulto: el autor reseña el improperio y lo sitúa en la provincia o comunidad autónoma propia, dando al estudio la adecuada solidez coloquial, al igual que nos recuerda el término literario, glosa de dicha acepción colocándolo en el marco histórico de la lengua, impartiendo pedagogía con la ofensa. Como él nos recuerda: «Lector amigo, convendrás conmigo en que el insulto es uno de los logros de la humanidad parlante». Sin duda, nos complace el halago y nos disgusta el insulto. La bibliografía al final de estas páginas agranda la validez académica a este argumento.
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