Gracias, doctor Camacho

He tenido mucha suerte esta vez, porque en otras circunstancias, amigo lector, amiga del periodista, hoy ya no podrías leer estas palabras. El doctor Tomás Camacho, alma de bondad, sabio verdadero y eminencia consultada por laboratorios y facultades de todo el mundo, como la de ... Harvard, ha sido mi caballero salvador en el decisivo combate contra el coronavirus. Le debo la vida, las lágrimas que ahora derraman mis mejillas; le debo la risa, los olores, los sabores, el amor y la familia, los libros que leeré, el cine que disfrutaré, el teatro y la ópera que me harán soñar, y los besos que daré y que sentiré; estoy en deuda eterna de castellano hacia un hombre extraordinario que, con un preciso y exacto conocimiento científico de la bestia asesina, y una firme y empática voluntad de curar, me indicó lo que tenía que hacer, tras varios días de abismada agonía, sujeto al dudoso «salvavidas» del paracetamol que me recetaron un martes tras dar positivo en la prueba de PCR. Aún espero una llamada de comprobación sobre la suerte que corrí tras tan peligrosa cornada.