Como en las películas de espías, pero con titulares a todo trapo en 'The Washington Post', el director de la CIA, el enigmático William Burns, ha viajado esta semana «en secreto» a Kiev para informar de primera mano a Zelenski sobre las maniobras de los ... aliados en los próximos meses.

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Alemania ya no fabrica Panzer con trabajadores de horas forzadas, como en la anterior guerra europea, pero sí carros de combate Leopard, a fuerza de eso que ahora llaman «minijobs». Un modo de caballería pesada, pero ligera, que según los expertos podría cambiar el curso del conflicto.

No figuraban Francia ni España, pero sí Reino Unido, Estonia, Polonia, Letonia, Lituania, Dinamarca, República Checa, Holanda y Eslovaquia entre los países de la OTAN decididos a proceder a un envío de armas pesadas «sin precedentes» a los resistentes ucranianos. Macron estaba en España, mirando al Mare Nostrum, mientras un millón de franceses se manifestaban en la Bastilla contra su reforma de las pensiones. Y Sánchez estaba con él en Barcelona, frente a frente con algo más de seis mil separatistas, que previamente habían apartado a Oriol Junqueras de la protesta tildándole de «botifler», que suena casi peor que «traidor». Los dos sonreían con sonrisa latina. Casi etrusca.

Aragonés, el más pragmático de los últimos presidentes de la Generalitat, les avisó de que el conflicto del 'procès' no se ha acabado, al menos hasta que no veamos a Puigdemont entrar y salir de la cárcel. Y no se quedó a los himnos, como otros no se quedan a las copas. Pero cumplió con su papel institucional. Y cada presidente regresó satisfecho a su propio palacio. Francia va bien, dice Macron. Y España mejor que Francia, dice Sánchez.

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Además de a los rusos y a los ucranianos, dicen los dos, a los únicos que en verdad les va mal con esta nueva crisis mundial es a los chinos, que por primera vez en sesenta y dos años, desde la hambruna de 1961, han visto caer su población. 850.000 chinos menos en 2022, algo así como Valencia y su alfoz. Eso sí que es una noticia.

No hay de qué extrañarse. Cuando uno vive en un palacio, o cuando tiene elecciones municipales a la vuelta de la esquina, la percepción de la realidad es muy diferente a la del común. Sobre todo, a la que tienen los que abandonan sus productos en las cajas de los supermercados a la hora de pagar, por no haber echado antes la cuenta. En pleno mes de enero, hemos sabido que la tasa de ahorro ha caído en España al 5,7%. O lo que es lo mismo, que en tres meses los castellanos y leoneses han sacado del banco 117 millones de euros.

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El problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo, decía el gran De Kooning. Pero no es verdad. Yo estoy más bien con Emerson: «La pobreza consiste en sentirse pobre».

En diciembre, cuando celebrábamos las navidades como si fueran las últimas, sacando del banco (o del colchón) lo que teníamos y lo que no teníamos, resulta que no éramos pobres. Pero ahora, aun en el declinar de la cuesta de enero, va a ser que sí. Si alguno ha tratado de salir de copas este martes o el pasado por Valladolid, sabrá de lo que hablo. Dirá, si no lo dice ya el presidente Sánchez, que eso solo pasa en comunidades tan de campos góticos como la de Castilla y León. Quién sabe.

«Los italianos están bien. Los restaurantes están llenos. Es difícil conseguir un sitio en los aviones y los hoteles están completos durante los días festivos», declaró el magnate Silvio Berlusconi el 4 de noviembre de 2011, al frente de un país en caída libre. El día 12 fue sustituido por Mario Monti, tras presentar su dimisión. Gracia latina.

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