Incluso en los momentos más difíciles, y lo hemos podido comprobar también en esta ocasión, la época navideña despierta sentimientos de bondad compartida. Deseos legítimos, muchas veces utópicos, que permanecen ocultos a lo largo del año para explotar en estos días poniendo a prueba la ... batería de nuestros ya de por sí languidecidos teléfonos móviles. Queramos o no, la tradicional Noche de Reyes y la ilusionante jornada de mañana en la mirada de los pequeños de la casa, cerrarán el paréntesis de este edulcorado relato para devolvernos a la pandémica realidad.

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La extraordinaria noticia de la ansiada llegada de la vacuna permite contemplar 2021 con una mirada más optimista, claro que sí, pero no debería sepultar los aprendizajes de un 2020, que lejos de mandarse por el retrete o al limbo (como invitaban los memes más recurrentes de esta Navidad) tendrían que permanecer grabados a fuego en nuestra memoria colectiva.

Lo fundamental de toda crisis, sanitaria o de cualquier otro tipo, reside en aprender de los errores para no repetirlos. Sin embargo, la mayoría de nosotros estamos tan atrapados en los ciclos cortos de urgencia que resulta difícil siquiera imaginar cambiar nuestra visión a medio o largo plazo. Por incapacidad, por imprudencia o por ambas, hemos fallado. Demasiados errores, injustificables algunos, que han costado vidas humanas y cuyas consecuencias, también económicas, aún resultan impredecibles. El mejor homenaje que podemos hacer a quienes ya no están es no olvidarlo.

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