![¿Habrá Gobierno?](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/07/media/cortadas/debatesapa-kxj-U906100214030UC-624x385@El%20Norte.jpg)
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Es la gran pregunta, el enigma que nos ha traído hasta aquí, una situación excéntrica que nos lleva a celebrar dentro de tres días las cuartas elecciones generales en tan solo cuatro años. La esperanza, que es como se sabe lo último que se pierde, ... se ve superada por la paciencia de una sociedad que merece una clase política de mejores hechuras. Los egos revueltos de unos, los remilgos de otros, los apriorismos de aquellos y la cortedad de miras de casi todos, han trasladado a los ciudadanos la responsabilidad que ellos no han sabido asumir en todo este tiempo. Y aquí estamos, llamados a las urnas en una especie de día de la marmota en el que resulta inevitable sentir la sensación de estar atrapados en el tiempo, dentro de un bucle melancólico y cansino.
Salvo que las encuestas –todas las encuestas– se conviertan en un brindis al sol, la posibilidad de que los partidos de izquierda o el bloque de la derecha alcancen una mayoría absoluta inapelable, es una hipótesis que no se plantea en ningún supuesto demoscópico. Es de temer que el domingo por la noche nos encontremos, más o menos, donde estábamos, en un callejón cuya única via de escape sea facilitada por la generosidad responsable de quien pueda poner sobre las mesa su abstención para que, al fin, tengamos un gobierno que haga que el país funcione. Contamos, esta es nuestra baza principal, con el hecho de que ya nadie aguantaría un regreso a la casilla de salida, porque al primero que se le ocurra sugerir unos nuevos comicios se le aplicará un desahucio electoral bien merecido. Así las cosas, más les vale a nuestros líderes alcanzar acuerdos si no quieren ser corridos a gorrazos por una sociedad que, ideologías particulares al margen, está más que harta de unos modos políticos gallináceos alimentados por fulanismos tan soberbios como insoportables.
En la política de vasos comunicantes que se observa en los dos espectros ideológicos, cabe pensar que la posible subida de unos se producirá en detrimento de otros, dentro de un juego de suma cero. Eso, al menos, es lo que indican los sondeos. El lunes puede ser una jornada de adioses si las urnas, con su veredicto inapelable, dejan al partido de Albert Rivera en una situación tan precaria que haga inevitable la dimisión irrevocable de su joven líder. Y algo parecido le puede ocurrir a la formación de Pablo Iglesias, si en lugar de asaltar los cielos se queda más cerca del suelo que del firmamento.
Por contemplar todas las posibilidades, tampoco quedaría indemne Pedro Sánchez si después de haber metido al país en una nueva convocatoria electoral, el PSOE baja su actual representación parlamentaria, habiendo hecho un pan como unas tortas al seguir los consejos de ese asesor omnisciente en el que se ha convertido Iván Redondo. Aquí, el único que únicamente acaricia con certeza la hipótesis de crecer es Pablo Casado, que, como en la canción de Serrat, al estar el PP desde abril en el fondo de pozo ya solo le cabe ir mejorando. Su objetivo son los 100 escaños, pero sí queda cerca también podrá apuntarse un triunfo que le convertirá en el gran beneficiario de estas elecciones mientras, paradójicamente, deberá el afianzamiento de su liderazgo a su rival político Pedro Sánchez.
Como dice ese remoquete utilizado en el comienzo de las noches electorales en radio y televisión: «todo está muy abierto». Tanto, que este 'sprint' final de la campaña promete emoción a raudales. Qué ustedes lo voten bien.
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