Alguien, no me acuerdo ya quién, todo lo olvido, dijo que si queremos conocer la verdad última de la vida, los rituales son un obstáculo enorme. Pero que si lo que nos interesa es la estabilidad y la armonía sociales, la verdad es una carga ... y los rituales nuestros mejores aliados. La verdad, la verdad, qué será eso de la verdad. Los rituales son lo más importante de la vida. Ahí tienen ustedes a Isabel II –la inglesa, no la nuestra, no aquella de quien Pío IX dijo que era puta, pero pía–, que se ha muerto y es lo más importante que ha hecho en su vida.

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No me digan ustedes que una parafernalia como la que acarrea su entierro no justifica una vida. Si merece la pena ser rey, es por eso, por todos esos ritos que, acaso, sean un obstáculo para la verdad, pero que tienen un fin en sí mismos. Balmoral, el palacio de Holyrood, catedral de St Giles, Buckingham, Westminster… Dan ganas de morirse para poder hacer ese itinerario, todo esto es lo que ha estado esperando durante noventa y seis años. La verdad, la verdad, qué chorrada.Todos los asistentes le envidian este final a Isabel II.

Cuanto más aparatoso es el sepelio, mayor es el recuerdo. De qué íbamos a recordar a Felipe 'El Hermoso' si no llega a ser por su viaje póstumo con su esposa Juana por aquella España convertida en una pintura negra goyesca. Seguro que don Juan Carlos en el entierro, lamentó amargamente su abdicación, no tanto por la pérdida de dignidad y de cargo como por la renuncia que ello conlleva a un funeral grandioso, con un país de luto. Con lo bien que enterramos en España y se lo va a perder por sesenta millones de ná.

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