No sé quién habrá sido el responsable de desinflar ese globo del cocodrilo surcando el Pisuerga en la desembocadura del Duero, pero la posibilidad de que no haya existido nunca nos deja huérfanos de cachondeo a los que devorábamos las noticias sobre un bicho ... que incluso hemos podido ver en algún vídeo. En los bares, en las tertulias y en los informativos nacionales la comidilla era el caimán que por un rato consiguió que dejáramos de lado el puñetero coronavirus, que aburre a las ovejas. El viernes pasado, Guardia Civil y Policía recorrían una vez más la zona del avistamiento sin éxito; anteayer, un experto venido de lejos aseguraba que se trataba de un saurio bien adaptado a las frías aguas de nuestros ríos; más tarde, otro especialista revelaba que los restos encontrados eran de una nutria, sin aclarar si el primero se había comido a la segunda o ésta había perdido el plumaje huyendo del peligro.
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Algunos de mis colegas, siguiendo la máxima de no permitir que la realidad te estropee un buen reportaje, nos han dado grandes tardes de gloria retratando a ese policía municipal pistola en mano; entrevistando a otro convencido de haberlo visto con sus propios ojos; o esa presentadora de televisión hablando de un reptil de doscientos metros de largo. Ante esta última revelación, si el globo hubiera durado unos días más, algún especialista habría asegurado que se trataba de una cría.
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