Van pasando los días y el giro geoestratégico en Oriente Medio que supone el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Emiratos Árabes Unidos e Israel va asentando las piezas del puzle más complicado del mundo. No es nada sencillo porque los intereses que hay en juego ... son de gran trascendencia para cada uno de los países implicados. Todo necesita su tiempo para madurar y para ser asimilado en un mundo donde las nuevas alianzas necesitan un contexto político y de seguridad, pero también económico, comercial, social y tecnológico.
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El paso dado por Emiratos, años después de la iniciativa de Jordania y Egipto, se produce en un momento clave por la evolución de los acontecimientos en la región para afrontar las amenazas de enemigos como Irán, Turquía y Catar. La grave situación en el Líbano y las nefastas consecuencias de la guerra en Siria han sido claros detonantes de la necesidad de hacer frente a la expansión bélica del régimen de los ayatolas con sus milicias y con su apoyo a grupos violentos como Hezbolá en el Líbano y sus acciones en Siria; a Hamás en Gaza o a los rebeldes hutíes en Yemen.
El reconocimiento del Estado de Israel por parte emiratí tiene la contrapartida de la paralización, ya veremos si temporal o no, de la pretendida anexión de territorios palestinos de Cisjordania por parte del Gobierno de Netanyahu. Pero cada uno tiene una interpretación particular, sobre todo los palestinos que reclaman ser tenidos más en cuenta o el propio primer ministro israelí, que niega que se haya desestimado la anexión de esos territorios.
De momento, la nueva relación entre Israel y Emiratos coincide con una rebaja de la tensión en el Líbano, donde la terrible explosión en el puerto de Beirut ha ocasionado graves daños personales y materiales, pero también políticos, con la dimisión del Gobierno tras las manifestaciones de protesta de miles de ciudadanos hartos de inestabilidad, corrupción e ineficacia de los dirigentes políticos y de una grave crisis económica y social que provoca muchas dificultades en su vida diaria. El fantasma de una nueva guerra civil ha planeado sobre la sociedad libanesa, que, afortunadamente, ha podido controlar el caos y superar, de momento, los peores augurios.
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Varios países de la región tienen otro foco de conflicto en Libia, donde las perspectivas de un posible acuerdo de alto el fuego y de una posterior negociación entre las partes va ganando fuerza en esta ocasión, pero sin echar las campanas al vuelo. Después de los últimos enfrentamientos militares parece que hay voluntad de acuerdo pero no será fácil lograr el entendimiento porque los detalles son demasiado peligrosos.
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