Una de las cosas más sorprendente sobre el discurso de Gianni Infantino, en el que el presidente de la FIFA ataca a los que no están de acuerdo con sus argumentos espurios para justificar la venta de los mundiales actuales a una dictadura del Oriente ... Medio, es la cantidad de gente que le ha tomado la palabra. Unos cuantos insisten en que en el fondo tiene razón. Alucinante. Nos asegura que él mismo entiende la discriminación racial mejor que nadie porque de joven en Suiza, donde nació, era pelirrojo, tenía pecas y hablaba italiano. Pobrecito. Seguro que fue muy duro siendo un macho rubio, un suizo en Suiza, hablando uno de los idiomas oficiales del estado como lengua materna. Me cuesta imaginar cuánto ha sufrido. ¿Qué le habrán llamado? ¿Hombre blanco? ¿Rico? Ay, para, por favor, me haces llorar.

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Infantino insiste que su experiencia como víctima de racismo le permite comprender lo que es ser un gay oprimido, o un bangladesí esclavizado obligado a construir los estadios en Qatar, hasta siente que le da derecho a predicar la moralidad social a los demás, nosotros, los que no ganamos 255.000 euros al mes y tampoco tenemos una cuenta corriente en un banco en Ginebra. El multimillonario, que reemplazó al corrupto Sepp Blatter como jefe de la organización mundial en 2016, cree que los europeos debemos pasar los próximos 3.000 años pidiendo disculpas por lo que hicimos en el mundo durante los 3.000 años anteriores. Efectivamente somos hipócritas si criticamos a los cataríes por maltratar a los trabajadores emigrantes porque nosotros les maltratamos aún más.

Yo no sabía que mis antepasados habían pasado tres milenios haciendo el mal en el mundo entero. Los de mi madre fueron irlandeses católicos que aguantaban siete siglos bajo la ocupación inglesa de su tierra, y los de mi padre fueron canadienses francófonos, conquistados por los británicos en 1759. Si, es cierto que mi padre se alistó voluntariamente en las fuerzas armadas de Canadá para luchar en contra de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, pero no creo que eso sea hacer el mal. Sin embargo, si el Sr. Infantino lo dice, debe ser la verdad. ¿O no?

Lo que también destaca del extraordinario discurso de Gianni el oprimido es que dice, a su manera torcida, que debemos aceptar las cosas como son. El mundo es así, o sea, somos todos corruptos, y no podemos cambiarlo. En eso está muy equivocado. Sí hay una cosa que podemos hacer y eso es apagar la tele. Coge el mando y hazlo ya.

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