El fin de muchas de las restricciones ocasionadas por la covid-19 está reactivando el turismo hasta las magnitudes anteriores a la pandemia. Y una vez superado el angustioso 'impasse', que a punto estuvo de poner en riesgo la supervivencia de muchos negocios, de nuevo ... se plantea la necesidad de gestionar los flujos para evitar la congestión, la desnaturalización de los paisajes, el hacinamiento en ciertas ciudades y la conversión de determinados territorios en verdaderos parques temáticos.
Leo que Ámsterdam, la hermosa capital de los Países Bajos, ha tomado drásticas decisiones: se ha prohibido radicalmente crear nuevas plazas hoteleras y se está limitando el alquiler de pisos turísticos. Las autoridades, apoyadas por la sociedad civil, han llegado a la conclusión de que si se permiten mayores flujos de visitantes se deteriorará la vida de los nativos y bajará la calidad de la propia oferta turística.
No parece que aquí se haya utilizado el largo tiempo de confinamiento y pandemia para reflexionar sobre el particular. El caso de Barcelona era, antes dela epidemia, el más claro de hacinamiento turístico insoportable en determinadas épocas. En Mallorca hay igualmente zonas que deberían ser 'esponjadas' para que sigan resultando atractivas. Habría que ver, en fin, que la popularidad de un destino turístico es un arma de doble filo que puede llevar a los lugares más codiciados a morir de éxito.
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