Felicitación navideña de 2014 de las Nuevas Generaciones del Partido Popular de Valladolid, en la que representan al Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, como el hombre del saco

La gente era él

De la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense llegaban aquellos tipos de los que pensaba España que sabía de lo que hablaban

Chapu Apaolaza

Valladolid

Jueves, 6 de mayo 2021, 07:41

Mayo en primavera alumbró a Pablo Iglesias y mayo en primavera lo vio caer. De aquellos tiempos escribí que había una librería cafetería en Lavapiés cerca de la sede de Podemos donde te servían bizcocho de quinoa y en los balcones la gente colgaba los ... calzoncillos, los monos de trabajo, el triciclo del chaval y la garrafa de cinco litros de aceite. De la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense llegaban aquellos tipos de los que pensaba España que sabía de lo que hablaban y que al fin iban a comprender los problemas de la gente, pues llevaban mochila, daban discursos en las puertas de los teatros y, cuando llegaban al Congreso, no sabían dónde se colgaba el abrigo. Un lustro después, Vallecas es Ayuser y termina el ciclo político de iglesias y de Podemos, una cosa que comienza en la acera del 15M donde lo mismo se cambiaba el mundo citando a Marcuse que haciendo masajes de reiki y que acaba en una fortaleza de la Sierra de Madrid con piscina, tinaja, coche oficial, cinco mil pavos de indemnización por irse del cargo y mucama del ministerio.

Publicidad

Iglesias traía prendidas en los bolsillos de las chaquetas los sueños legítimos de una España ninguneada y entristecida que soñaba con que la clase política no se riera de ella y que por lo menos no les echara en la cara el humo del puro. De las protestas por los privilegios, Iglesias se construyó un coche oficial y un chófer, puso a la escolta a hacer la compra, multiplicó por no sé cuánto su patrimonio y su mujer terminó siendo ministra en el Gobierno que vicepresidía. También defendió a un aforado huido de la justicia española y acusado de malversación y ahora cobra un sueldo de indemnización del Estado por dejar de ser vicepresidente. Intentó doblegar a la prensa desde el Gobierno. Tomó un partido de vocación horizontal en el que la gente votaba a mano alzada -se sentaban en el suelo habiendo sillas-, en una estructura de poder vertical donde se ha machacado la disidencia y donde el ascenso o caída en desgracia de las mujeres de la organización se puede seguir en base a las querencias emocionales que mantienen con su líder.

Demostró que un tipo como él mismo, que vestía camisas de Alcampo y paseaba a la perrita por los alcorques del sur de Madrid donde a los viejitos no les daban los riñones para recoger las cacas, podía llegar a comprarse una mansión con casa de invitados y chimenea frente a la que combatir los rigores del invierno liberal en el ala oeste de Galapagar. Toda su historia personal contradice su discurso de falta de oportunidades, pues si uno se fija en el éxito de los Iglesias-Montero, no es que España vaya bien, es que va mejor que de puta madre.

Así, prosperando en la capital del feroz del capitalismo castigador, gracias al cochino sistema financiero y al ideario de las series de Hollywood, una pareja joven de izquierdas y con hijos dejaba su pequeña casa de Vallecas y se mudaba a un chalé en el campo alambrado con concertinas de seto de catorce metros de altura, garita de vigilancia con dos maderos y un boxeador del Rayo en la puerta. Hizo suyo el lema 'Liberté, Égalité, Chalé' que bien podría haber firmado yo mismo pero que en él ha significado la mayor traición al pueblo desde Fernando VII. Iglesias lo consiguió todo para la gente, pero la gente era él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad