#gatillofácil

Sin embargo, algunos de nuestros políticos le han cogido el gustillo a esto de tuitear y parecen sentirse encantados con el poder de provocar titulares inmediatos con sus afilados comentarios. Con la excusa de la transparencia y de la atención directa a las preocupaciones de los ciudadanos, observamos constantes salidas de tono, cuando no a una preocupante escalada de insultos que ha convertido el tradicional 'y tú más' en un juego de niños.

Al más puro estilo Trump (¡cuánto daño hacen las malas copias!), y jaleados por los entusiastas del 'dales caña', los mejores exponentes de este estilo están aprovechando la infinita precampaña para convertir los 280 caracteres de Twitter en el cuadrilatero particular donde los golpes bajos suman aplausos con facilidad. En Castilla y León, por cierto, hay quienes parecen tener prisa para alzarse con el premio al '#gatillofácil' del año.

¿Por qué sucede esto? Por dos motivos. Primero, porque las redes sociales representan una bicoca para quienes ejercen el populismo en sus diferentes vertientes: no necesitan intermediarios que puedan filtrar y contrastar el mensaje y garantizan un perfecto altavoz con ecos gratuitos. Y segundo, y esta es más la cuestión de fondo, porque está en juego el control del discurso. Las amenazas que se ciernen sobre algunas formaciones políticas son directamente proporcionales al tono social que emplean sus representantes para tratar, al menos, de convencer a los suyos.

Quizá tengan razón quienes piensan que las redes sociales han contribuido a una nueva forma de hacer política más cercana al ciudadano. En mi opinión, y en este caso, las nuevas herramientas de difusión han servido más bien para certificar la ausencia de liderazgos políticos evidentes.