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Últimamente han arreciado las críticas contra la Monarquía. Es cíclico. Cuando se aproxima el 14 de abril suelen emerger los sentimientos republicanos. Quienes los expresan son libres de hacerlo, qué duda cabe. Después de dos dictaduras y un intermedio de caos político y ... tres años de guerra civil, pueden hacerlo sin ningún problema. Es uno de los logros más deseados, y a menudo olvidados, de cuantos nos estamos beneficiando de un sistema democrático que paradójicamente fue la Monarquía quien nos lo ha proporcionado y lo está defendiendo.
No es cuestión de polemizar con quienes no comparten esta realidad. Unos lo hacen por sentimiento y otros por oportunismo. Entre estos últimos están los que mantienen ilusiones independentistas, a quienes les frustra la unidad que concita el sistema monárquico. España es un país tan interesante como variado y complejo en algunos aspectos.
Los antimonárquicos manejan argumentos pragmáticos, no tanto nostálgicos, que demuestran ventajas, por supuesto. Y España, que a lo largo de su historia pasó por etapas muy variadas hasta alcanzar la plenitud que ahora muestra en el contexto internacional, es quizás uno de los países que cuenta con los ejemplos más recientes de ventajas y desventajas de cada sistema. Después de una larga experiencia de oscurantismo y represión, hoy es de una de las naciones más prósperas, modernas.
Llevamos cerca de un lustro de inestabilidad política: dificultades para formar gobiernos y repetición de elecciones en un ambiente políticamente borrascoso en el que Felipe VI, dando pruebas de serenidad, paciencia y respeto a las diferentes opiniones, fue la primera garantía de que la Constitución y las instituciones democráticas funcionen y quien mejor ha conseguido enfrentarse a los que intentaban violarlas o burlarlas. Contaba para ello con el respaldo de la mayor parte de los ciudadanos.
¿Qué estaría pasando con un sistema republicano en que además de todos los obstáculos que se han venido salvando tuviésemos que celebrar elecciones presidenciales y la figura del jefe del Estado tuviera que pasar por las negociaciones entre los partidos para lograr una mayoría cualificada? Antes de pronunciarse sobre el dilema, debería tenerse en cuenta no tanto la condición humana del Monarca, que de sobra es sabido que como ser humano siempre será susceptible de cometer errores –¿quién no?– y como servidor público de someterse a las leyes, como las razones, ventajas e inconvenientes de las dos opciones, la monárquica y la republicana. Sin olvidar tampoco el valor de la experiencia de varias décadas y las dudas sobre lo desconocido.
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