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Confieso que me da mucha pereza cambiar de fase de confinamiento a partir de mañana, aunque espero no ser el único que no pierde la cabeza por avanzar del uno al dos, y si por mí fuera me quedaría como estoy hasta navidades. Esta gandulería ... no tiene nada que ver con la galbana propia del verano que asoma, sino con lo complicado que resulta aprender las nuevas rutinas y obligaciones para salir a la calle legalmente. Estoy convencido de que tiene que ser muy difícil resumir lo que está permitido hacer en cada etapa, pero me niego a tragarme el Boletín Oficial del Estado para saber si puedo ir a la frutería en cualquier momento o tengo que esperar a que llegue mi franja horaria. En cualquier caso, aguardaré a que algún alma caritativa me mande un resumen de esos que circulan por las redes desde antes de que empiece la desescalada, que sea fácil de leer y entender para disfrutar de mi libertad de movimientos sin meter la pata.
No obstante, de una cosa estoy convencido: de que por mucho que cambien las cosas de una fase a la siguiente, mis rutinas del lunes serán muy parecidas a las de hoy domingo. Si las novedades más llamativas son que desde mañana podemos ir al tanatorio con más gente que hasta ahora, comprar en las grandes superficies o comer en un restaurante con la mascarilla colgada del pescuezo, seguiré con los hábitos de hoy, aunque solo sea para ahorrarme la lectura del BOE.
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