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Jeff Bezos. Joshua Roberts-REUTERS

Gambas de Denia

«Me enredo en pensamientos semicirculares como la cola del crustáceo e imagino cuántos sucesos desatará aquí y allá la cita de Bezos, si habrá a gente preguntándose de dónde son esas gambas que come Bezos»

Chapu Apaolaza

Valladolid

Jueves, 18 de noviembre 2021, 07:07

Jeff Bezos ha forjado un imperio, pero lo miro y me parece un majarón inquietante. Ahora leo que se ha aparecido no sé dónde a decir que viviremos en otros planetas y que vendremos a la Tierra de vacaciones como el que va a Yellowstone ... o a Denia a comer 'gambas de Denia'. Así hemos sabido que Bezos conoce la gamba de Denia y también los centollos de las rías de Galicia, que comerá en sus vacaciones terrícolas «si es que quedan», dice. Parece que sabe más de marisco que un sindicalista. También habla del espacio. Jeff, al que viéndolo por la mirilla no le abriría la puerta de casa, pretende que viajemos a otras galaxias para vendernos él el billete. La gente piensa mucho en esta cosa de mudarse de planeta. No sé, a mí me gusta bastante este. No tengo ningún interés en irme a otro mundo y mucho menos de cambiar de mujer.

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Sin embargo, la mudanza espacial luce el brillo irresistible de la ciencia ficción y de la buena fama que tiene el futuro. A mí, el futuro no me interesa lo más mínimo, ni tampoco sus epopeyas galácticas. Estar en la Luna siempre me pareció, de todas las posturas vitales, una de las más honrosas, pero de ahí a mudarme a Marte va un trecho. Cómo voy a trasladarme al planeta Rojo si aún no he visitado Cangas del Morrazo. La Tierra que descubriré con suerte será la que el enterrador eche sobre la caja el día en que me muera. Por otra parte, una de las disociaciones más evidentes entre lo proyectado y lo razonable consiste en pensar que dentro de medio siglo habremos desarrollado la tecnología suficiente como para mover la Humanidad hasta colonias extraplanetarias, pero no habremos sido capaces de solucionar la contaminación que, comparando con el viaje, parece un problema menor. Preguntarle a Bezos si tenemos que mudarnos a otro planeta es como preguntarle al peluquero si debemos cortarnos el pelo.

Yo venía a escribir de gambas y de cosas que se nombran en discursos de gente famosa. Me gusta mucho cuando alguien popular nombra por los motivos más peregrinos un producto o un lugar de nuestro país que en principio no debería conocer. España se queda cogida y no puede parar de pensar en esa persona y en lo que nombra. Yo mismo he pasado un buen rato en lo de las gambas de Denia, que es mejor que andar en los sonetos de Rilke o en la guerra cultural. 'Gambas de Denia', pienso, y recorro mentalmente su sabor, su tamaño y su mediterránea textura, la primera vez que las comí y otros detalles asociados a la experiencia como el tacto de la madera de la barra del Nou Manolín de Alicante en cuya esquina Don Lorenzo me contó aquella anécdota que no voy a reproducir aquí.

Me enredo en pensamientos semicirculares como la cola del crustáceo e imagino cuántos sucesos desatará aquí y allá la cita de Bezos, si habrá a gente preguntándose de donde son esas gambas que come Bezos. En la redacción del 'New York Times' ya debe de haber cinco o seis becarios cogiendo un avión a Denia a hacer la lista de los mejores sitios donde comer gambas de Denia y pronto alguien descubrirá que la mejor gamba de Denia se come en un bar que no está en Denia. En unos años, un tipo de Wisconsin soñará con vivir en Denia sin siquiera haber conocido Denia. Siempre sucede así.

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