Cantado estaba que estas elecciones regionales del 13 de febrero iban a ser unas elecciones extrañas; tan extrañas como ninguna otra por estas tierras. Lo estaba desde el principio y lo ha estado hasta el final, desde que se convocaron hasta que terminó el recuento ... de los votos, y conste que la extrañeza aún no ha terminado, o quizá no ha hecho más que empezar.
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Los motivos de la extrañeza eran muchos y variados; y bastará enunciarlos porque se han comentado hasta la saciedad. Que la convocatoria era una decisión arriesgada; que el momento de la disolución anticipada, tanto como la forma de comunicarla y justificarla, ofrecían serias dudas de proporcionalidad; que, de los objetivos buscados, los explícitos sonaban menos verosímiles que los implícitos y los aparentes; que, en fin, la excesiva implicación de la política nacional introducía un sesgo un tanto impropio de unas elecciones regionales. Todo ello y bastante más.
La propia dinámica, tan variable, de los sondeos que se iban conociendo era una prueba evidente de lo resbaladizo que se hizo el pavimento electoral desde aquellas primeras previsiones, tan redondas, hasta el último momento. Y probablemente no se equivocaban; lo que pronosticaban era cierto el día que se hicieron; el problema es que al día siguiente ya no valían, y por eso no tiene mucho sentido juzgarlas desde el resultado final.
¿Qué es, entonces, lo que ha ocurrido? El trazo grueso es bastante sencillo: el PP mejoró algo su resultado de 2019 (31 frente a 29 escaños), pero menos de lo que preveía cuando se convocaron las elecciones; el PSOE lo empeoró (28 frente a 35), bastante más de lo que era razonablemente esperable; la suma de ambos da el menor nivel de bipartidismo desde que hay elecciones; Vox se disparó exponencialmente (de 1 a 13 de una tacada); los grupos de ámbito provincial, con distinto significado cada uno, alcanzaron un volumen impensable hasta hace poco; y, finalmente, dos grupos, Ciudadanos y Podemos, que hace cinco años pugnaban por ocupar los dos grandes espacios de la política, sobrepasando respectivamente al PP y al PSOE, quedaron reducidos a la mínima expresión, que es la de obtener un único escaño, viniendo de 12 y de 1, aunque es obvio que ese punto de partida en absoluto es comparable.
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Demasiados acontecimientos de calado para una sola noche. Porque, en todo caso, la simple comparación matemática, sea de lo obtenido con lo que se tenía, sea con las previsiones de lo que se esperaba tener, es reveladora de lo sucedido, pero no da razón de las tendencias políticas de fondo, o sea, del camino seguido por los votos, para saber de dónde venían y dónde han recalado. Este es el aspecto verdaderamente importante del análisis postelectoral, ya que es el que explica lo que de verdad está pasando en la sociedad y, por tanto, el que tiene valor para orientar el discurso, la estrategia y la acción política, especialmente ahora, cuando el horizonte de las próximas elecciones municipales y generales se aproxima decididamente.
El análisis al que me refiero no es sencillo, necesita tiempo, técnica y conocimientos. No puedo hacer más que simplificarlo a mi modo. Y lo primero que se percibe es que el porcentaje de participación, que se temía bajo por las circunstancias de este especial evento electoral, no lo ha sido tanto: 2,4 puntos menos que en las anteriores elecciones de 2019, y 1,5 menos que en las de 2015. Alguna incidencia habrá tenido esa caída, pero no muy significativa; como tampoco la ha tenido el voto en blanco o el voto nulo, prácticamente iguales que en las ocasiones anteriores. Por eso el análisis más llamativo es el que pueda hacerse respecto de las subidas y bajadas de más cuantía en el resultado.
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El PP convocó las elecciones con la evidente intención, entre otras, de recuperar la primera posición, superando al PSOE, de acaparar el voto que, también de forma evidente, se le iba escapando a Ciudadanos y de frenar la escalada de Vox; solo muy limitadamente ha conseguido esos objetivos. Es muy probable que una buena parte del voto de Ciudadanos, procedente del PP en su mayoría, haya regresado al PP, pero es más cierto que Vox ha recibido de Ciudadanos tanto o más que el PP, como también ha recibido voto del propio PP. De modo que el PP habría recibido de Ciudadanos más o menos lo que ha entregado a Vox, y eso es lo que explica su resultado y su limitado crecimiento. Supongo que eso es lo que estarán pensando allí para decidir su estrategia futura, porque el caladero de Ciudadanos para el PP se agotó ya esta vez, mientras que el del PP para Vox todavía tiene mucha pesca, máxime si se sigue incrementando el conflicto interno que estos días alcanzó cotas de inusitada virulencia.
En el caso del PSOE llaman la atención dos factores: que no haya recibido nada de lo que otros perdieron, de Podemos, aunque fuera poco, pero particularmente de Ciudadanos, lo que indica que tenía un «déficit de centralidad», creo que procedente de la estrategia política nacional en su mayor parte, y que haya cedido voto a contendientes locales, tanto a la Unión del Pueblo Leonés, como a Soria Ya. Siempre pensé que el PSOE, identificado como está con un proyecto autonómico y nacional global, no es suficientemente creíble cuando alimenta proyectos locales, de manera que el rendimiento electoral de tal tendencia aprovecha especialmente a quienes expresan con más crédito esos proyectos.
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De lo dicho, creo que puede deducirse 'a sensu contrario' la explicación del resultado de todos los demás, porque los trasvases de voto de un lado a otro se condicionan, se compensan o se neutralizan entre sí. Obsérvese una conclusión bien llamativa: si se mira el resultado en términos de bloques, con una suma aproximada de los afines, las cosas siguen sustancialmente iguales desde hace tiempo. En torno a 700.000 votos del centro a la derecha; en torno a 500.000 del centro a la izquierda. Y hay más redistribución interna dentro de cada bloque, que trasvase de un bloque a otro.
Y ahora, las posibles salidas a esta situación tan complicada. Iremos pensando en ello a medida que avancen los acontecimientos y se vayan descubriendo las cartas de cada uno, porque el futuro es incierto. Personalmente, me suena bien que el PSOE contemple la posibilidad de facilitar una investidura del más votado con su abstención. Claro que esa decisión tiene sus dificultades y necesita preparación para acordar las condiciones. Pero le veo varios efectos positivos: podría evitar el bloqueo y la repetición electoral; permitiría neutralizar otras dependencias, sobre todo la de Vox; supondría un paso de distensión en las relaciones políticas, de lo que andamos un tanto necesitados. Y después de la investidura siempre estará la negociación de lo importante, y la cuestión de confianza o la moción de censura, si fuera el caso, o incluso una nueva convocatoria electoral, que ojalá no. Aunque no se olvide que, ahora mismo, la iniciativa corresponde al PP. Estaremos atentos a la jugada.
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