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Miguel Delaney, periodista deportivo de 'The Independent', acaba de publicar en relación a la semifinal entre el Manchester City y el Real Madrid un análisis titulado: 'El conocido fracaso de Pep Guardiola en la Champions League va más allá de la suerte'. Su tesis es ... que el entrenador de Sampedor construye equipos ultradisciplinados para conseguir el futbol-control. Para Delaney el hecho de que Guardiola esté tan obsesionado en ese control significa que sus equipos no saben cómo manejar las situaciones cuando falla el sistema. Para explicar su colapso en la semifinal del Bernabéu el analista inglés sostiene que esos jugadores a los que el preparador exige obediencia absoluta se vuelven tan dependientes del sistema que no saben cómo responder cuando falla.
El duelo entre ambos clubes en la semifinal de la Champions confrontaba dos modelos de afrontar el juego. Básicamente se enfrentaron un equipo máquina contra un equipo creativo y anárquico pero lleno de talento. Uno de los memes de más éxito lo resumía con una imagen de Pep Guardiola ante una pizarra llena de múltiples flechas, números y gráficos ante sus atentos jugadores. En la otra Carlo Ancelotti dibujaba ante los suyos una flecha y una sola consigna: 'Y se la pasáis a Benzema'. El encuentro, a juicio de los espectadores de las televisiones de pago, periodistas deportivos y aficionados de los dos equipos, resultó uno de los más entretenidos y espectaculares que se han visto en años.
Incluso los hinchas del City, que les temblaban las piernas cuando Benzema logró en la ida el 4-3, decían ante las cámaras de las televisiones locales: «Queremos más de esto. Que no se acabe nunca». El problema es que partidos en los que coincidan en el césped equipos del máximo nivel sólo se dan unas pocas veces en la temporada, mientras sobreabundan competiciones en las que el juego es plomizo. La pérdida de tiempo se maneja como un elemento más del partido y el juego se convierte en una tediosa espera del resultado.
Pese a la hostilidad con que se recibió en su momento el proyecto de la Superliga, parece una fórmula interesante para lograr que el fútbol incremente su nivel deportivo y espectacular. El balompié en su versión gris, anodina, adocenada, se sostiene solo por el factor emocional. De los colores. De la pasión y la identificación. Que está muy bien pero que como espectáculo raramente atrae a otro público que no sea el de las camisetas de los contendientes. En la lucha entre fútbol emoción y fútbol calidad el primero se lleva el 99% de los partidos. Y quizás, si al fútbol se le dotase de un poco más de lo segundo y un poco menos de lo primero, ganaría el espectáculo y los amantes del fútbol.
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