La gran diferencia de la crisis del coronavirus con la de la moneda única en 2008 es la respuesta rápida y contundente desde las instituciones europeas. La Unión ha movilizado recursos ingentes para apoyar a los Estados que más sufren las consecuencias de la pandemia, ... a través de la acción combinada del Banco Central Europeo y las instituciones políticas comunitarias. Sin embargo, en el caso de Italia y España, los dos países en peor situación del continente, no basta con la lluvia de préstamos europeos. Precisan ayudas que no aumenten su desequilibrio fiscal y eviten una crisis de deuda.

Publicidad

Francia y Alemania han entendido esta situación de emergencia. En especial, el cambio de perspectiva de los políticos y economistas alemanes es una gran noticia. Siguiendo las ideas de París y Berlín, la Comisión ha presentado un ambicioso proyecto de Fondo de Recuperación, en el que una parte importante se destinaría a ayudas a los dos grandes países mediterráneos. Este fondo se financiaría con deuda de la Comisión y se pagaría con recursos propios de la UE, el embrión de una Unión Fiscal.

La negociación entre los 27 socios no es sencilla. Un grupo de países denominados «frugales», que incluye a Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia, se resisten a la idea de transferencias y ofrecen como mucho aumentar los préstamos. Su desconfianza hacia España e Italia por sus dificultades políticas a la hora de cuadrar las cuentas es comprensible. Pero no reúnen suficiente fuerza para bloquear el plan. Todo apunta a que habrá algún tipo de compromiso en el que se intercambien concesiones. Lo que más llama la atención es la posición de países como Polonia y Hungría, contrarios a la iniciativa de la Comisión por razones bien distintas a los frugales. Sus dificultades se basan en un escepticismo general hacia el proyecto europeo, que tanto les ha beneficiado incluso desde antes de su adhesión.

La prosperidad y la estabilidad de ambos países se debe a su condición de Estado miembro de la UE. Pero estos dos socios se permiten actuar como viajeros sin billete en una negociación trascendental. La explicación es su deriva hacia lo que se ha llamado «democracia iliberal», con gobiernos ultranacionalistas, respaldados por mayorías que pasa por alto prácticas autoritarias como el control de los jueces y de los medios de comunicación, o la intimidación de la oposición. La UE ya ha puesto en marcha medidas para investigar y denunciar estas conductas. El paso siguiente debería ser condicionar el futuro presupuesto comunitario ordinario, también en negociación, al respeto del Estado de Derecho y los valores democráticos.

Publicidad

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad