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Está nominada a los Goya como mejor película documental y nos ha permitido conocer a, quizá, nuestra dramaturga más prolífica e importante. Sin embargo, nadie la conoce. La historia de María Lejárraga es fascinante y desoladora. Su familia no quería que escribiera y ella decidió ... que nunca verían su nombre impreso en la portada de un libro. Por entonces se casó con Gregorio Martínez Sierra. Él tenía don de gentes y labia para venderse. Ella escribiría y él daría la cara.
En muy poco tiempo el nombre de Gregorio Martínez Sierra ascendió al Olimpo. Una de sus obras ('Canción de cuna') se estrenó incluso en Broadway. El éxito sonreía a la marca de fábrica Martínez Sierra. Poetas y músicos se enamoraron de María. Ella era muy alegre y brillaba como una luciérnaga. Juan Ramón Jiménez hablaba de su «impertinente risa con veladura violeta». Falla compuso 'El amor brujo' con María a su lado y fue un bombazo mundial estrenándose en París con escenografía de Picasso.
Y de pronto, en mitad de todo el éxito, María y Gregorio se separan y él se marcha con una actriz. A pesar de ello siguieron colaborando. De hecho, él no paraba de pedirle textos que colocaba a las mil maravillas, incluso en Hollywood. María, por entonces, empezó a poner los cimientos del movimiento feminista en España. Los retrógrados solo veían a mujeres con bigote, rojas y amargadas. Poco ha cambiado la cosa. A María la llamarían hoy feminazi. La misma María que se quedó sin 'nombre artístico' cuando Gregorio murió y perdió el control de su obra. Ella se había muerto en vida y tenía que resucitar para seguir viviendo. Intentó entonces decir la verdad, pero la llamaron de todo. Como tantas mujeres fue vencida y borrada de la historia. En su caso, para alumbrar tal vez el mayor fraude de la literatura española.
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