Franquicia

Estoy convencido de que la banda del BMW es una franquicia similar a cualquiera de esas que se extienden por España y el mundo. La gran diferencia es que la primera se dedica a asaltar establecimientos de todo pelaje, y las otras se instalan ... en las mejores esquinas para vender blusas y televisores. Pero los nexos comunes de ambas son que todas necesitan personal para sacar adelante el negocio y una marca que las diferencie del resto. Digo estas tonterías porque es imposible que media docena de fulanos traigan en jaque a la Policía, que los ha desarticulado en numerosas ocasiones sin que tarden menos de un suspiro en volver a reorganizarse. No es la primera vez en la historia del delito que los manguis se imitan unos a otros, lo que complica su erradicación definitiva: al fin y al cabo para convertirse en una cuadrilla como la que hoy nos ocupa, basta con robar coches de esa marca y usar el mazo para romper escaparates. Y, por si fuera poco, ni siquiera necesitan inscribirse en la Oficina de Marcas Comerciales del Ministerio de Industria.

Por ello, nadie me quita de la cabeza que alrededor de estos sucesos hay más de una 'familia' de atracadores actuando igual que lo haría una franquicia, figura que el Diccionario define como la «concesión de derechos de explotación de un producto, actividad o nombre comercial, otorgada por una empresa a una o varias personas». Si no, no se entiende.

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