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Te escribo esta misiva abierta y lo hago después de los lamentables sucesos de estos días. Lo hago también desde la templanza que dan los años y la experiencia de haber pasado por el puesto que hoy ocupas. No soy ejemplo de nada y no aspiro siquiera a que me leas. Es más bien un desahogo con mi conciencia y mis propios errores. La política es un noble oficio Juan, aunque tu no lo creas. La política te da oportunidades de influir en la suerte de los tuyos, de tu comunidad, de tu país. Por eso es un oficio en el que se nos exige ejemplaridad y compromiso.
Vivimos tiempos difíciles para nuestro país y es en estos momentos donde más se pide de nosotros. No son peores que los que nos tocaron la pasada legislatura. Son distintos. Entonces nos tocó lidiar duro con una crisis que se llevo muchas vidas por delante. Tocó explicar, rueda de prensa tras rueda de prensa, malas noticias, medidas duras y exigentes, sacrificios, muertes. Seguro que nos equivocamos entonces y seguro que pudimos hacerlo mejor, pero procuramos esforzarnos. Intentamos ponernos en el lugar de los ciudadanos y que estos confiaran en nosotros.
Cuando se pierde la confianza, cuando se genera el descrédito de la política, se ahonda la sima entre la ciudadanía y los gobernantes. Es entonces cuando se está sembrando la semilla del populismo y del caos. Por eso me preocupa lo que está ocurriendo y por eso me he decidido a escribirte.
En estos momentos en los que la ciudadanía ve con sorpresa y estupor cómo los políticos se amnistían a sí mismos, cuando ve cómo el poder elude sus responsabilidades con el Estado de Derecho, lo que necesita enfrente no es agresividad, chulería y malas formas. Necesita firmeza, necesita confianza, necesita liderazgo.
Tener 30 años no es malo, ni tampoco bueno. Te da la energía que quizás se pierde con los años, pero te falta la experiencia de quienes llevamos ya penas y labores suficientes para encorvarnos la espalda. Me has llamado viejo estos días. «Viejo verde» incluso. Bueno, lo soy. Al menos viejo, lo otro es una maldad propia de un adolescente de patio de colegio. Lo soy lo suficiente como para cumplir 60 este próximo abril. Por eso no voy a entrar en el circulo vicioso de las mutuas descalificaciones que tanto ofenden a nuestros conciudadanos, pero si me gustaría darte un consejo: Recuerda que todos vamos a morir.
Tú también llegarás a viejo, también te enfrentarás a las limitaciones físicas y a la progresiva soledad de la vejez. Será entonces cuando vendrán a verte los fantasmas de tu juventud. Entonces aparecerán las ofensas ejercidas, las plegarias no atendidas, los desprecios olvidados. Entonces volverán a ti en forma de soledad, abandono e indiferencia. Ni el poder, ni la juventud son eternas. Cuando ese día llegue solo te quedara la compañía de los tuyos y el zumbido molesto e impertinente de la conciencia. Ese ruido que creías olvidado. Te lo aseguro, ese ruido es el quejido de tus víctimas. Te llegará, no lo dudes. No habrá entonces micrófonos ni cámaras. Entonces será el momento de subir la escalera. Tus pisadas crujirán, peldaño a peldaño, hasta llegar al desván. Abrirás la puerta y verás el retrato que tenías olvidado. Al descubrir el trapo que lo cubre verás entonces al viejo Dorian Grey. Allí te estará esperando para acompañarte en la eternidad.
Memento mori Juan. Memento mori.
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