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Querida Mónica.
Te escribo hoy como colega de profesión y como amigo lejano. Quizás «amigo» es atrevido, pero creo que no miento si digo que ... los meses, años que compartimos escenarios políticos en Madrid, contigo y con Javier, me permitieron conocer mejor a una rival política, pero a la vez a una colega de profesión. Una colega entregada y enamorada de su trabajo. Una profesional consciente de la importancia de su oficio. La medicina no es un oficio cualquiera. La medicina tiene entre manos lo más delicado, lo más preciado: la vida del ser humano. En este oficio miras a los ojos de la muerte cada día, sufres con quienes sufren. Este oficio no permite hacerse a medias, no tolera errores. Creo que es esto lo que compartimos quienes lo entendemos como una vocación de servicio a los demás. Creo sinceramente que así lo veis también vosotros. Por estas razones me cuesta tanto entender algunos errores de estos días y no me refiero solamente a la desafortunada comparación con los sueldos de un ministro.
Lo que me llama la atención en primer lugar es que, compartiendo tu preocupación por el conflicto de interés entre la sanidad privada y la pública, hayas optado por la represión en lugar de optar por la transparencia. Cuando manifestáis esa preocupación, legítima, por evitar los conflictos de interés nuestro foco debería de estar puesto en la transparencia, en demostrar a los ciudadanos que los servicios públicos cumplen con los niveles de rendimiento y calidad más alto, en lugar de sembrar la sospecha. Es más racional publicar los indicadores de actividad y resultados de los servicios que sembrar la sospecha sobre quién los dirige. Es cierto que se dan casos de corrupción, de toda clase y condición, pero siempre es mejor la exigencia y la transparencia que la limitación y la represión. En este oficio, tú lo sabes bien, la mejor herramienta de mejora es la vanidad de los facultativos. Nadie quiere ser el último de la lista. Esa ha sido siempre mi experiencia. Por eso creo que elegís el camino equivocado.
La profesión vive días muy difíciles después de muchos años de mala gestión y de una experiencia traumática como fue la pandemia. No se siente valorada y una de las razones de esa desmotivación es la nula preocupación de los gestores por la calidad de la asistencia que se presta. ¿Cuántas complicaciones tenemos ? ¿Cuál es la morbilidad y la mortalidad de nuestros servicios? ¿Cuál es su rendimiento científico? ¿Cuál su rendimiento asistencial? ¿Cómo reforzamos la asistencia primaria para evitar las derivaciones inútiles y el hospitalocentrismo? Nada de esto importa. Los gestores solo quieren dos cosas: que no les crezca la lista de espera y que no les saquen en los periódicos.
Un nuevo estatuto debería de estar orientado a fomentar la excelencia y no a la represión. Tendremos médicos si les exigimos y si les valoramos. Tendremos médicos si recuperamos su orgullo por servir en nuestro sistema público. España es, ya, el país del mundo con más facultades por millón de habitantes y uno de los primeros en producción de facultativos. La escasez no es fruto de la falta de producción, si no de la fuga masiva al ámbito privado y al extranjero. Es también el fruto de una nefasta planificación y de los recortes formativos durante la crisis, pero sobretodo es fruto del desencanto. Lo que estamos haciendo ahora es proletarizar la profesión, generar una plétora de licenciados y volver a los 80, cuando decenas de miles de profesionales acabaron frustrados, en el paro y poco después en otras profesiones. Ese es un camino asegurado al deterioro de la calidad
Exigir, publicar y pagar de acuerdo al esfuerzo y a la calidad. Ese es el reto: pagar un precio excelente por un servicio excelente. Si pagáis mediocre tendréis un servicio mediocre. Es así, en todos los órdenes de la vida.
Por eso es necesario más transparencia. En mis años de vida política si he aprendido una cosa es que las cosas no mejoran por el mero hecho de cambiar de signo político. Mejoran cuando construyes herramientas y normas que dificulten la corrupción y fomenten la mejora continua.
Transparencia en la dedicación, transparencia en la calidad y transparencia en los resultados. Mostrad a los ciudadanos la calidad de sus servicios y los profesionales harán el resto. Se esforzarán para no aparecer los últimos de la lista
Por último, la idea de obligar a los egresados del MIR a permanecer obligatoriamente 5 años es una discriminación probablemente inconstitucional. No se puede retener en un puesto de trabajo a nadie contra su voluntad, aún menos por el simple hecho de que su formación haya sido sufragada con el dinero público. Eso abriría la puerta a hacer lo mismo con el 80% de la población de nuestros universitarios que cursan en la educación pública.
Dadles estabilidad, dadles calidad y ellos se quedarán. Nadie quiere salir de su país, ni aventurarse en la actividad privada si tiene unas buenas condiciones en el sector público.
Los médicos no queremos privilegio. Los médicos queremos que nos obliguen a la excelencia.
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