Este miércoles 27 de diciembre de 2023 ha fallecido quien fue Presidente de la Comisión Europea entre 1985 y 1994 y de quien tuve el honor de ser colaborador directo entre 1989 y 1994. No soy objetivo probablemente, llevado por mis recuerdos de aquellos años, ... pero creo poder afirmar que Jacques Delors permanecerá en nuestra memoria como «el Presidente de la Comisión Europea» por excelencia, con todos mis respetos a sus antecesores y a sus predecesores.
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Jacques Delors, católico y socialista a fuer de ser coherente consigo mismo en su lucha por una sociedad más justa y más igualitaria, más social, como él siempre decía, fue a la vez un hombre de creencias y de convicciones; un político atípico, como demuestran su resistencia a presentarse a las elecciones a la Presidencia de la República Francesa en 1995, o su capacidad para colaborar en gobiernos, no sólo socialistas, sino también gaullistas, lo que por cierto le acarreó una travesía del desierto en los años 70; y, sobre todo, un visionario que supo entender que el único futuro para los viejos Estados europeos era el de la unidad, sustituyendo la lucha por el poder clásica, por la de la negociación para llegar a consensos, en un mundo global en el que los europeos nos arriesgamos a la inanidad de vivir de nuestras glorias pasadas.
Jacques Delors bebió intelectualmente de la filosofía personalista de Emmanuel Mounier, y por ello tal vez su divisa de acción política fuera la de seguir la poderosa imagen de Mounier: «una roca bien colocada puede corregir el curso de un río». A su vez, fue un hijo de su siglo, superviviente de los horrores de la segunda guerra mundial y convencido de que sólo una sociedad más igualitaria garantizaba la superioridad moral y política de la democracia frente a los totalitarismos.
¿Cómo resumir lo que ha supuesto Jacques Delors para la sociedad europea? Permítanme evocar aquí algunos elementos claves para glosar su figura.
Ante todo, la visión a largo plazo y un particular «metrónomo de medidas realistas». Como él mismo cuenta en sus «Memorias», cuando fue nombrado en el verano de 1984 para presidir la Comisión Europea, en los años más rampantes del thatcherismo, Jacques Delors se embarcó en una gira de capitales para proponer un programa de prioridades para Europa. Como él mismo cuenta, sus peticiones razonadas de mayor legitimidad democrática en el sistema de toma de decisiones, de tener una dimensión propia en materia de asuntos exteriores y de seguridad, o de crear una Unión Económica y Monetaria, fueron rechazadas con indiferencia, en el mejor de los casos, o con una negativa rotunda en otros. Por eso, y ello demuestra que la visión y el realismo pueden ir de la mano, propuso acabar el Mercado Común diseñado en 1957, lo que les pareció a los Jefes de Estado suficientemente anodino como para aceptarlo como prioridad común. ¡Ah, la roca bien colocada»! 10 años 300 normas comunitarias después, nació el mercado interior sin fronteras que hoy es parte de nuestras vidas.
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Tuve el honor de trabajar directamente para Jacques Delors y fui testigo de su método de trabajo. Al comienzo de la preparación de los trabajos para lo que luego fue el Tratado de Maastricht de 1991, nos lanzó el siguiente desafío a sus colaboradores: «Sueñen la Europa que quieren para el siglo XXI y luego pongamos en marcha las medidas necesarias para que se conviertan en realidad los sueños». Y así, tras el Mercado Común se alumbró la década prodigiosa: con el nacimiento de un área de justicia y de migración en un espacio sin fronteras; la creación del euro y del Banco Central Europeo; o, en fin, y con modales «versallescos», de una cierta política propia exterior y de defensa.
Y, además, una particularidad muy humana de Jacques Delors. ¡Su pasión por los deportes y en particular por el ciclismo! Guardaré siempre en mi memoria los meses de julio de 1991 a 1994 y las retransmisiones del Tour de Francia con las victorias de Miguel Induráin. En las grandes etapas de los Pirineos y los Alpes, Delors trabajaba con la televisión encendida y yo siempre encontraba una excusa o dossier urgente para colarme en su despacho. Nunca olvidaré una etapa en el Alpe d'Huez con Tony Rominger atacando a Induráin y el público francés volcado con el ciclista suizo. En un momento dado, no aguantando más lo que él consideraba unas opiniones no profesionales, soltó en voz alta: »en la próxima curva atacará el maestro y dejará a Rominger «sur place». Y volvió a sus papeles. y tuvo razón.
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No se puede entender Europa sin la obra de Jacques Delors. Hoy Europa y los que creemos que es la mejor arma de futuro de la que disponemos los europeos, estamos de luto. ¡Que seamos dignos de su legado! ADIEU PRÉSIDENT ET MERCI
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