![La fractura de la izquierda](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201909/28/media/cortadas/papell)-kVC-U90260580938MFE-624x385@El%20Norte.jpg)
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EEn nuestras democracias europeas, la fractura de la izquierda entre la opción comunista –marxista leninista, más o menos adaptada al pluralismo– y la socialista –denostada por la III Internacional, que consideraba la socialdemocracia el ala izquierda del fascismo– ha sido un clásico politológico de ... la etapa posterior a la II Gran Guerra, que ha comenzado a decaer a partir de 1989 con la caída del muro de Berlín, que puso al desnudo las miserias del 'socialismo real' y provocó el hundimiento o la desaparición de los partidos comunistas occidentales. Los dos PC ibéricos son vestigios residuales e irreductibles que tienen un interés más arqueológico que sociológico.
En nuestro país, las relaciones entre el PCE de Santiago Carrillo y el PSOE nunca fueron fraternas ni cordiales. En 1986, con Gerardo Iglesias como secretario general del PCE, se formó Izquierda Unida, que aglutinó a formaciones afines y camufló ya definitivamente las siglas obsoletas del PCE. En 1989, Anguita tomó el relevo y protagonizó la última etapa de cierta relevancia de la organización, frontalmente enfrentada al PSOE y dispuesto incluso a formar la famosa pinza con Aznar (alcanzó 21 escaños en 1996). Posteriormente, la decadencia fue irremisible y en tiempos de Llamazares como coordinador, IU obtuvo tres escaños en 2004 y dos en 2008. Con Cayo Lara al frente, alcanzó 11 escaños en 2011 y, ya con Garzón, tan solo dos en 2015, cuando ya irrumpió Podemos. Iglesias y Garzón crearon Unidos Podemos, que ligaba extrañamente populismo con extrema izquierda en una coalición contra natura que ya concurrió a las urnas en las elecciones repetidas de 2016, y que perdió un millón de votos con respecto a las formaciones que acudieron por separado en 2015.
Los hechos han demostrado la incompatibilidad política y personal entre PSOE y UP, entre Sánchez e Iglesias, hasta el extremo de que se ha frustrado reiteradamente la posibilidad de un gobierno progresista (en 2016, cuando Iglesias se negó a posibilitar el pacto PSOE-Ciudadanos, y este año en curso, cuando no se ha podido formalizar una fórmula de cooperación PSOE-UP aceptable por ambas partes). Ha habido obstáculos objetivos de carácter ideológico, pero sobre todo falta de química, desconfianza al aparecer insuperable entre los machos alfa que dirigen sus respectivos grupos con mano de hierro.
Y en estas surge Errejón a organizar un nuevo partido, con el argumento de salir al paso de esta incompatibilidad, combatir la previsible abstención de quienes se sientan frustrados y facilitar de una vez un gobierno de izquierdas. Los postulados ideológicos de salida de Errejón –Fernández Liria, Luis Alegre– no tienen absolutamente nada que ver con la izquierda poscomunista de Izquierda Unida, de Unidas Podemos, en la que ha acabado Iglesias, pero es evidente que pescan ambos en los mismos caladeros de votos. Kiko Llaneras recordaba en su blog que en los datos de Sociométrica para 'El Español', cuando se menciona directamente a Errejón, el 23% de los votantes de Podemos y el 10% del PSOE dicen que le votarían.
Pues bien: es probable que la irrupción de Errejón incremente la participación electoral de la izquierda (o detenga la deserción), pero todo indica que la suma de las tres clientelas permanecerá constante, por lo que la cuestión estriba en averiguar si la llegada del tercero en discordia facilita o no la gobernabilidad, estimula o no el acuerdo de los líderes, que, pese a los alardes de democracia interna, tienen un control absoluto sobre sus organizaciones.
Y el panorama es inquietante: si Sánchez e Iglesias tienen ya serias dificultades de comunicación y si Iglesias y Errejón están directamente enfrentados porque, objetivamente, este se marchó de Podemos a formar otro partido distinto, ¿puede alguien pensar que la supuesta cercanía entre el errejonismo y el sanchismo tendrá fuerza suficiente para auspiciar un pacto de gobierno de izquierdas tras el 10-N? El lector dará su propia respuesta al interrogante, pero lo lógico sería que las tres formaciones fueran a las urnas con este asunto resuelto de antemano. De otro modo, ni se estimulará la participación ni es fácil que tengamos nuevo gobierno tras las elecciones.
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